Ha trascendido que el presidente le República le dice a sus allegados que no quiere ser recordado por grandes obras. Si esa es su aspiración, cabe reconocer que va por buen camino. Lacalle Pou no ha iniciado obras ni grandes ni pequeñas y no las proyecta. Por el contrario, se jacta todo el tiempo de lo que ahorra, sin detenerse a observar el tendal que va dejando por el camino su obstinación por la motosierra que no dio tregua ni en pandemia. La Rendición de Cuentas se inscribe en esa pasión.

En las últimas semanas el gobierno expresó seriamente su intención de suprimir el subsidio al supergás. Lo hizo en el prime time de la televisión Isaac Alfie, jefe real del equipo económico y un verdadero kamikaze del ajuste. Ya lo venían diciendo desde el año pasado el ministro de Industria y algunas figuras del directorio de Ancap, pero el anuncio del director de la OPP de que estaba siendo analizada una medida de esta naturaleza generó un revuelo político con la oposición y con sectores del oficialismo, como Cabildo Abierto, que se pronunciaron totalmente en contra.

Las palabras de Alfie cayeron tan mal en la sociedad que el gobierno hizo trascender un desmentido cortante en la tapa del diario El País. Citando una fuente de la Torre Ejecutiva, el matutino reprodujo una hipocresía: “Nunca nos planteamos sacar el subsidio al supergás. Es algo que no está planteado”. La mentira es evidente. No resiste archivo. La supresión del subsidio al supergás está en carpeta desde el principio y si no lo han hecho, es porque el costo político es más alto del que pueden absorber.  Mucho más ahora que hay 800.000 firmas para convocar un referéndum contra un tramo importante de la LUC y todo indica que los artículos que obligan a “actualizar” el precio de los combustibles todos los meses se encuentran entre los que más irritación causan a la población general y los más difíciles de defender. Se espera, por cierto, para los próximas días un nuevo aumento que se suma a todos los que ha habido este año, pero, en este caso, en un contexto de baja del precio internacional del petróleo, lo que convierte el aumento en todavía más inexplicable.

El deterioro de la condiciones de vida es alarmante y con la normalización sanitaria emerge de forma cada vez más notable. Al aumento de precios y la caída indisimulable del poder de compra de los salarios, se añade un crecimiento significativo de la pobreza y la pobreza extrema, de las personas en situación de calle, de las ollas populares. Mientras tanto, el gobierno sigue achicando el gasto, suprimiendo programas sociales y continúa orientando su política a favorecer a los sectores más ricos, los malla oro, como los llama, acompañado por una coalición variopinta, pero que salvo excepciones se ha encolumnado en la defensa de un camino de neoliberalismo rancio que está haciendo estragos en el país, pero que además los va a hundir a ellos, uno por uno, si no se desmarcan prontamente.

Cada vez es más difícil entender la psicología del presidente, que gobierna como si tuviese un respaldo social abrumador que no tiene y, prácticamente, se está armando su tormenta perfecta, poniéndose de gorro a toda la sociedad asalariada. Pero más difícil de desentrañar es la estrategia política de sus aliados no liberales, que son perfectamente conscientes de que un programa neoherrerista solo puede terminar mal, pero igual lo secundan como si no hubiese mañana, como si dentro de poco tiempo no tuvieran que salir a marcar su propio perfil para juntar votos en la ciudadanía. Ahora mismo, se van a concertar para defender la Ley de Urgente Consideración, cuya derrota en las urnas no solo es posible, sino que es lo más probable.

Lo único que justifica la solidez en lo sustancial – hasta el momento- de la coalición detrás de un proyecto históricamente minoritario, es que han ubicado antes que cualquier consideración programática una obsesión colectiva: que la izquierda no vuelva a gobernar en las próximas elecciones. De algún modo, Lacalle Pou hace con sus aliados un manejo políticamente extorsivo: si no me siguen la corriente, le hacen el juego al Frente Amplio. Pero las fisuras graves, algunas de las cuales ya se vislumbran, sobre todo con Cabildo Abierto, que es muy derecha en muchos temas, pero le hace ruido la línea económica tan neoliberal, no pueden tardar en aparecer.

Es probable que Lacalle Pou esté gobernando con los últimos meses de coalición parlamentaria real. No es previsible que se rompa antes del referéndum, pero después del referéndum, si se produce su derrota, todos sus proyectos más ambiciosos quedarán en el freezer. Lo que vendrá después no es un tiempo de inestabilidad política institucional, sino un tiempo de transparencia, en que sus aliados van a mostrar sus verdaderas caras y sus verdaderas caras no son algo que quiera ver el presidente: porque a algunos de sus aliados más importantes ni los conduce realmente ni les tiene simpatía.

Lacalle Pou no va a ser recordado por hacer grandes obras; esperemos que tampoco sea recordado por destruirlas.

fuente : carasycaretas.com.uy

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