En los últimos dos años la inflación estuvo en el entorno del 18% y ahora “algunos sectores oligopólicos” que aprovechan otra vez los “momentos de subas de precios” para incurrir en “avivadas” con las que “ganar un poquito extra”, explicó la economista Alejandra Picco, del Instituto Cuesta Duarte, en Nada Que Perder de M24. “Como no tenemos indicadores que nos muestren cómo están compuestos los precios que llegan al consumidor, no podemos saber en qué medida están operando”.
Picco habló de las subas de precios de los artículos que integran la canasta de consumo básico de la mayor parte de la población, como los alimentos, y describió algunos de los factores que inciden en las variaciones al alza de los valores de comercialización minorista, subrayando la relación entre esto y la evolución a la baja del poder adquisitivo de la población perceptora de ingresos fijos, que abarca a no menos del 80% de la sociedad uruguaya.
Enmarcó el tema recordando que “ya veníamos teniendo presiones a la suba de precios y ahora nos encontramos en un contexto internacional de ´inflación importada´ donde vemos que esas subas se van a acelerar y eso es preocupante; tanto porque estamos en un contexto de precios altos y en el que se espera que vayan a subir, por lo menos de manera transitoria en el corto plazo, como también porque eso se hace más relevante en un contexto donde salarios y pasividades aumentan menos; todo eso hace que sea un tema de gran preocupación para la mayoría de las personas”, reflexionó.
En esa dirección, señaló, “vemos que en los últimos dos años tenemos una inflación del entorno del 18%, y en el caso de los alimentos y bebidas” viene siendo aún “un poquito más alta, del entorno del 22%; eso es particularmente relevante” porque al ser “los rubros que uno compra más cotidianamente, ve más rápidamente esas subas” cada vez que realiza esas compras; aspecto vinculado directamente a que “es el rubro de mayor peso en la canasta y también pesa más en los hogares de menores ingresos, que destinan un porcentaje más alto del total de sus ingresos en alimentos”; y a la par se dan incrementos sucesivos “en algunas tarifas, como el caso de los combustibles, que tuvieron subas importantes y tienen un impacto directo y también un impacto indirecto porque eso se traslada a la suba de otros precios que requieren del combustible, por ejemplo para transportarse”.
Paradójicamente, “los precios de alimentos, de commodities que vendemos hacia afuera están en un buen momento” gracias a “ese ´viento de cola´ o ´huracán de cola´ que se habla, que es muy favorable para los sectores que venden hacia el exterior esos productos, pero hacen que a nivel local estén más caros”; y se agregan “los problemas geopolíticos (…) en la economía mundial” determinando “que las presiones sobre esos precios sean al alza porque tenemos un conflicto entre países que son grandes productores de esos bienes; se espera una menor oferta de los mismos”, por ejemplo en “el trigo”, que producen a gran escala tanto Rusia como Ucrania (y Polonia).
Pero en los incrementos de precios de venta al público intervienen otros elementos, como “algunos ajustes” al alza automáticos que aplican los grandes formadores de precios y trasladan a la cadena de intermediación, cuyo último eslabón es un minorismo cada vez más concentrado, “porque en Uruguay no tenemos ningún organismo que siga cómo se fijan los precios; entonces tenemos algunos sectores oligopólicos que en esos momentos de subas de precios pueden tener eso que le decimos ´avivadas´, tratar de ganar un poquito extra” de dinero aprovechando la circunstancia, “cuestiones que no se pueden controlar en el marco de una suba general (…); los momentos de subas de precios son ideales para esos remarques”; y así, “justamente como no tenemos esos indicadores que nos muestren cómo se fijan los precios o cómo están compuestos los precios que llegan al consumidor en Uruguay, no podemos saber en qué medida están operando; me parece es un tema que en adelante deberíamos trabajar más”, reclamó.
Apuntó que “encontramos precios de alimentos muy sensibles al consumo de la población como el aceite, el azúcar, que crecen muy por encima” del promedio; “uno a veces habla de una inflación de 9% y la gente dice ´en realidad hay una cantidad de alimentos que subieron estos dos años 30% o más´”, graficó la economista; y “esto es más importante cuando vemos que los salarios crecen por debajo de esos porcentajes y ahí sentimos que el poder de compra que tenemos con nuestros ingresos (…) crece menos”.
Este encarecimiento no se había sentido tanto hasta 2021 en todas las capas de trabajadores y pensionistas porque “veníamos de muchos años, previo a 2020, de crecimiento del poder de compra de los salarios y por lo tanto, también de jubilaciones y pensiones, entonces como que había un colchón para amortiguar estas caídas; pero en la medida en que se prolonga el periodo de caída (…) hace que para los hogares sea más difícil; además esto se da en un contexto donde todavía no hay una recuperación total de la crisis”, con “una cantidad de hogares que no volvieron a los niveles de empleo que tenían previamente o tienen ingresos (…) menores a los que tenían”; “si el salario lo medimos no en dinero, que capaz que sube, sino en determinados bienes, te lo están bajando, podemos comprar menos bienes”.
En esa dirección, advirtió la integrante del instituto de investigación de la central sindical, “nosotros esperamos que para este año la inflación tenga en los próximos meses subas, que van a recoger justamente esas presiones internacionales sobre los precios”; claro que esto “también va depender de lo que elija hacer el gobierno con las tarifas y en particular con el precio de los combustibles (…); para el cierre del año vamos a estar de cualquier manera según nuestras proyecciones con una inflación en el entorno del 8% o un poquito más; eso está por encima de las proyecciones que tenía el gobierno para este año” y “por encima de los ajustes salariales que se planteaban justamente a cuenta de la inflación” en los convenios colectivos, “eso tiene una serie de consecuencias a nivel salarial que son importantes”.
Puntualizó que en el Cuesta Duarte “hemos tenido un análisis muy crítico de la política salarial por distintos motivos” que explicó a continuación; luego recordó que “durante la crisis, así como hubo sectores que se vieron bastante afectados, no solo los trabajadores sino también (…) de actividad” empresarial privada, “hubo otros a los que les fue muy bien; sin embargo la caída que se planteó para el salario real fue pareja; y a partir de mediados de 2021 la recuperación no se dio para todos, hay algunos sectores que siguen viendo disminuido su salario real (…) y para el resto la recuperación empezaría siendo muy lenta; de hecho se pautaba, según la política salarial, para estos dos años” que corren hasta “mediados de 2023 un crecimiento de salario real de tan solo 1,6%” frente “al 4,1 que había caído; (…) el periodo de pérdida se va haciendo cada vez más largo y eso nunca se recupera”.
Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS
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