Campeonato mundial
La Copa del Mundo empezó hace varios días en Uruguay. Los colegas de radios y televisoras, por lo menos, están establecidos en el «Edén Qatarí», disfrutando de todos los placeres que esa «equilibrada, democrática e inclusiva» sociedad provee. No hablo por envidia, rencor ni nada parecido. Está muy bien que los profesionales (o quienes viven del oficio), disfruten de los beneficios que les da su ocupación; sólo trato de referirme a que el torneo mediático se juega con todo en cuanto a mostrar el «esplendor» de las urbes de ese vientre lleno de petróleo, donde unas (o una) familias se reparten un lujo realmente asiático. Nada diré que no se haya dicho de esta puesta en escena en un mundo irreal, de un espectáculo surgido de un deporte tan popular como las alpargatas, el vino o el sudor. Por lo tanto, cambiaré el eje.
Prefiero hablar de otro campeonato mundial, que se vive acá en la esquina de Río Uruguay y Río de la Plata, que tiene como estrellas fundamentalmente a personalidades del gobierno nacional, y algunos aspirantes.
Los informativos de TV reparten su tiempo entre los homicidios diarios, Qatar, las celebraciones y festejos con asistencia del presidente, y también ahora con el protagonismo de figuras de segundo plano. Se que soy bastante grosero en el planteo, pero me impresionó este jueves que el secretario de presidencia y su similar de la intendencia inauguraran…una pizzería. Será una inversión, dará empleos…pero ponerse a hacer pizzas ante las cámaras, es como si no tuvieran nada más que hacer. Sinceramente configura, para mi obtusa razón, una tilinguería más.
Está claro que la copa del mundo de la figuración se la lleva Lacalle. No hay día que no esté en una celebración: inauguración, acto, visita, remate…o lo que sea. Por algo no le quedó tiempo para pensar en una financiación más razonable para las jubilaciones y le pegó el dedazo a los trabajadores. La ruta la marca el presidente, pero hay seguidores que se pasan de rosca: en estos días el director de Convivencia del ministerio del Interior, cortó las cintas de ¡un gallinero de una cárcel! Está buena toda gestión positiva, pero ¿no les parece que esto es un exceso?
El gobierno nacional es como el mono. Tiene necesidad de hacer gracias, porque el resto de la conducta viene solo. Todo lo poco serio que se maneja debe ser encubierto por una parafernalia obtenida de cualquier forma. Por ejemplo, ha resultado muy difícil entender al ministro de ganadería en cuanto al precio de la carne que se importa para los uruguayos. Se trae para que sea más barata, pero como viene de lejos, dijo que se encarece por el flete…Nos pegan de cualquier manera. Los carniceros, según dijo su presidente, no pueden hacerle el precio que correspondería, porque también compran carne envasada, que es más cara y deben promediar el costo…Lo único claro es que Juan Pueblo sigue pagando caro mientras, en el medio todos ganan.
Más puntos para el campeonato del mundo. Tratan de sacar de cualquier forma la ley que modifica las jubilaciones, aunque nadie del gobierno pueda explicar porqué la gente tendrá que trabajar más tiempo, aportará más dinero, y se jubilará con menos; mientras las AFAP ganarán más y el BPS recaudará menos. Representantes del gobierno herrerista justifican que hay que reformar de cualquier forma, porque el sistema no aguanta; puede ser. Pero ¿por qué la única medida de ajuste es ahogar a los trabajadores? Siguen intocables las cajas privilegiadas como la de los militares, continúan las exoneraciones patronales, siguen ganando los exportadores, aunque sus dólares los colocan en el exterior. Queda claro que no hay voluntad de darle oxígeno al pueblo. Con darle mundial alcanza.
Quizás no sea tan así. También hay que poner algo de sangre, como en las peleas entre pobres que se exhiben en una jaula, y para eso están las denuncias a legisladores, a las ollas populares, la persecución a la educación pública, los homicidios, violaciones y suicidios de cada día… Así la clase dominante que desde más de un siglo trató de encumbrar el herrerismo, se consolida en riqueza y poder, mientras la gente común se va convenciendo que está bien ser servidores: para eso nacimos pobres.
Es malo el camino elegido: embrutece, emboba, envuelve a la gente buena y la usa en provecho de los que más tienen. Lamentablemente no sólo son los herreristas, también los secundan quienes antes tenían ideologías igualitarias. Y hasta usan sus métodos, falsos salvadores camuflados de progresistas.
No soy amargado; he vivido realidades de inclusión, desarrollo, solidaridad, sacrificio y esperanza, y quiero seguir en esa disfrutable forma de vivir la vida en colectivo, aunque pueda hacerlo en egoísta soledad.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias