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sábado 11 enero 2025
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HANSEL Y GRETEL – Por Ramon Fonticiella

Hansel y Gretel

Veinte años menores que José Artigas, los  hermanos Grimm, escritores, fueron considerados eruditos. La cultura occidental recibió de ellos una colección de cuentos infantiles que, en épocas no tan lejanas, entretuvieron a varias generaciones. Quizás hoy no pase lo mismo, internet y celulares mediante, pero ese es otro tema. Uno de los cuentos de Jacobo y Wilhelm  Grimm es Hansel y Gretel. Quienes esto leen seguramente recuerdan que son un casal de hermanitos, cuya malvada madrastra abandonó en el bosque para no pasar hambre ella. Los niños desparramaron miguitas para marcar el camino, pero los animales del bosque se las comieron…y se quedaron sin camino, perdidos. Hasta aquí mi remembranza del cuento de los Grimm. 

El gobierno uruguayo está como Hansel y Gretel, perdido en el bosque de la vida, sin reconocer el camino, aunque no desparramó miguitas para marcarlo…

No habrá casas de jengibre que alimenten su hambre, ni brujas ni hadas salvadoras. Los caminos los determinan lo que saben y para gobernar son elegidos. Si los ministros son devorados por el tiempo, como las miguitas de Hansel y Gretel, se borran las rutas que pudiera haberse ensayado.

La comparación no pretende ser ofensiva, ni con la memoria de los Grimm ni con el gobierno nacional, sólo trata de ser un recurso didáctico para procurar entender lo que nos pasa. Hablo en plural, porque lo que le pase al gobierno, nos sucede a todos; los poderes Ejecutivo y Legislativo, fueron elegidos democráticamente, por una mayoría de ciudadanos que creyó los mensajes de los candidatos blancos, colorados, cabildantes e independientes y los votó. Lamentablemente uno de los elementos clave no era verdadero: no estaban preparados para gobernar logrando la pública felicidad». No discuto que estuvieran entrenados, para profundizar la diferencia entre pobres y poderosos, aunque ese no fuera un objetivo manifiesto; pero lo lograron. Siguiendo la línea de otros países del mundo, trabajaron para fortalecer la posición de los dueños del capital, aún con deterioro de la calidad de vida de asalariados y jubilados. Esa faena no había sido expresada nunca antes de ejercer el poder, pero es lo que hicieron.   No hablo de intención de lesionar a los que menos tienen, pero para fortalecer a los «malla oro» ha sido inevitable sacrificar a los trabajadores. La base de los ideólogos del gobierno viene del fondo de la historia: los económicamente poderosos pueden desarrollarse, los pobres tienen que contentarse con tratar subsistir. Este concepto central, permanece encubierto por la supuesta «libertad» que sólo pueden ejercer los económicamente fuertes: acceso a la cultura, las profesiones, el patrimonio, la salud…

Esta parte del camino, que no comentaron a priori, la van llevando; pero en la que tiene que recorrer el país para que TODOS sus habitantes se fortalezcan y desarrollen, ahí están muy perdidos.

Para colmo de males se extraviaron moralmente; armaron un gobierno incluyendo personas que no asisten al templo de la ética, ni al de la solidaridad, ni al del respeto. Se ha repartido, cual piedritas brillantes que no se comen los pájaros, multitud de responsabilidades en manos de jerarcas y funcionarios que no han cumplido: porque no saben, porque no quieren o porque han buscado su bienestar personal. Los casos de Astesiano y Marset, con solamente dos ejemplos, groseros, de un peligroso e inédito extravío en la historia política y administrativa del país. A nadie se le ocurría cortar una madera con un destornillador o pintar una pared con un serrucho; pero quienes eligieron custodias, secretarios y hasta ministros (y quienes los han sostenido en los cargos) parece que apagan incendios con nafta. 

La circunstancia del Uruguay se complica y mucho. Pequeño y pobre, pero con fortaleza jurídica y moral, históricamente ha logrado el respeto de la comunidad internacional y desarrollado al interior un estado de bienestar envidiable; ambos se van diluyendo. Gravísimo es el retroceso en la conciencia ética de la población. Si el ministro miente; si el intendente cambia pasantías por favores, si el jerarca de la seguridad considera «traidor» a quien pide que se cumpla la ley ¿dónde vamos? No encontramos ni una de las miguitas para recomponer el camino.

Se está a tiempo. Más grave que la pobreza material es la indigencia de espíritu. Quien dobla su cuello para que le pongan un arnés a cambio de poder sobrevivir, estará renunciando a sus derechos de ser humano. Quien con tal de mantener un cargo o de lograr otro que le de más figuración o dinero, viola juramentos o simples compromisos, le hace daño a la sociedad. 

Dicen que a la política hay que entenderla, y que no siempre dos y dos son cuatro. Con una vida dedicada a ella, estoy convencido de que dos y dos son cuatro en política; de lo contrario se habla de politiquería.

Estamos a tiempo. En la próxima etapa gubernamental, habrá que elegir conductores que propongan el camino a recorrer, que lo conozcan, que no se pierdan ni deslumbren con luces malas. Quienes crean que es bueno para el ser humano que haya señores y vasallos, tienen derecho a optar por los tienen esa idea de país; quienes creamos que la igualdad es más que una palabra, trataremos de construir un camino hacia ella. 

Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.

UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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