Este presidente, que va a todos los lugares donde puede sacarse fotos y hacer prensa, y no hace falta que esté, fue a la reunión de jefes de Estado convocada por Lula a hacer su marketing

Por Juan Raúl Ferreira

Son resaltables (aunque no admirables) las condiciones del presidente de cambiar la realidad por el relato. Un arte, sin dudas, que ejecuta muy bien. El problema es que no se debe hacer, está mal. Si se es presidente, es grave. Decía Onetti que “la más repugnante de todas las formas de mentir, es decir la verdad ocultando el alma de los hechos”. El presidente nos miente, diciendo cosas ciertas.

Mienten derecho y viejo, como Carolina Ache -que integró el gobierno-, Bustillo y Heber cuando dicen que ignoraban los vínculos de Marset con el narcotráfico. Pero también se miente cuando todo se narra en un relato que saca la información de contexto intencionalmente.

Este presidente, que va a todos los lugares donde puede sacarse fotos y hacer prensa, y no hace falta que esté, fue a la reunión de jefes de Estado convocada por Lula. Creí que era una buena señal, pero nos mintió. Fue a boicotear y tratar de hacer su marketing político. Esto, más allá de la falta de ética de transmitir por Instagram su discurso desde su celular, en una reunión que se había acordado que fuera reservada. Tipo niño de escuela.

Pero en ese su discurso, por ejemplo, veamos cómo habla de Venezuela. Dice que él cree que es una dictadura. Es verdad, cree eso. Dice que le sorprendieron mucho las declaraciones de Lula sobre Maduro. Oculta que las mismas fueron hechas fuera del marco de la reunión, en una visita bilateral previa; visita entre dos gobiernos soberanos sobre cuya relación Uruguay no se puede ni debe meter. 

Quien lo oye dice: “Lo engañaron”. Dice que le preocupa que resurja la propuesta de una “Unasur ideologizada, ya que él había sacado a Uruguay de la misma”. Los hechos son ciertos, la información es falsa, una mentira. 

En efecto, el tema de una nueva “Unasur no ideologizada” fue planteado por Lula en la Cumbre del Mercosur. Allí se habló de un “nuevo planteo”, de una Unasur” distinta de la disuelta. ¿Por qué miente? ¿A quién está haciendo el favor? No a su país, que se debilita si pierde esta oportunidad histórica de reinsertarse internacionalmente a partir del liderazgo de Lula. ¿Qué busca?

Es un mentira burda decir, como lo ha hecho el canciller, que iba a haber un Tratado de Libre Comercio con China (nosotros advertíamos desde estas páginas que no iba a ser). Pero un día vino de China para anunciar que “no va a haber TLC si no es negociado por el Mercosur”. Eso es como lo de Marset, una mentira burda.

Una falta de respeto como, por ejemplo, cuando Bustillo hace chistes a las risas con la prensa sobre la postura de Uruguay en el encuentro de Brasilia. Es mentira cuando se hace que no sabía que su viaje a China coincidía con el de Lula, a quien le habían dicho que no insistirían con el TLC bilateral. Pero peligroso es lo otro: las mentiras disfrazadas de verdades del presidente.

Hace pocos días le preguntaron si sigue confiando en Penadés. Su respuesta no tiene desperdicio. Dijo: “Yo ya dije que a él le creo, pero ahora está en manos de la Justicia. Espero su fallo de inocencia o culpabilidad”. Y comienza un trabalenguas sobre si es lo primero, en cambio si el segundo, prefiero lo primero, se imaginan si es lo segundo. ¿De qué habla?

¿Cree en Penadés o no? ¿Creía en Astesiano o no? ¿Sabe o no que un presidente debe saber en quién confiar y en quién no? El papel de la Justicia es otro. Y si Penadés fuera culpable, pero no se reúne prueba -no creo que ocurra pero-, ¿confía en él? Y si se prueban los delitos, pero prescribieron, ¿cree en él? Él, que pagó para estudiar derecho en una universidad privada, debería saber que “confianza presidencial” y “culpabilidad” o archivo de expediente en la imputación de un delito son cosas distintas.

Son competencias distintas sobre un mismo tema la justicia y la sabiduría presidencial. No se deben confundir. Es patético.

Y cuando confía en alguien en que no debió, tampoco se arrepiente. Se victimiza. Pobre, tan buen tipo, confió y le fallaron. ¿Puede presidir los destinos nacionales alguien que no tiene criterio sobre en qué se puede confiar?

En eso estamos. Nos gobierna el marketing de la escuela de Durán Barba. Humo, selfies. Va a frivolidades y no a donde está la gente. No lo vi el 20 de mayo, la marcha más grande cada año. No lo vi en la despedida dolorida de los montevideanos, y el país entero, a Mariano Arana. ¡Qué bien nos hubiera hecho a todos que compartiera un dolor tan generalizado!

Prefiere la mentira. Miente. De nosotros depende que pase desapercibido o no aceptarlo.

Fuente : carasycaretas.com.uy

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