Los sustantivos entrecomillados son dos símbolos de la ideología conservadora del herrerismo, propia de la familia Herrera y Lacalle Herrera. El fundador de la fracción conservadora del Partido Nacional post siglo XIX, fue don Luis Alberto de Herrera, que militó casi un siglo por su postura, pero la población nunca lo condecoró con la presidencia de la República. El único triunfo resonante del herrerismo con Herrera, fue la victoria nacionalista de 1958, comicios en los cuales concurrió aliado al ruralismo de Benito Nardone (también de derechas), quien reunió votos blancos y colorados (Juan María Bordaberry fue en esa instancia senador del Partido Nacional). Herrera quedó como símbolo, pero fuera del gobierno pues era candidato a la presidencia y ganó el colegiado. A meses de la primera victoria blanca del siglo XX, el viejo caudillo (de formación altamente intelectual) falleció. Tenía 86 años.
Algunas de sus ideas han impactado fuerte en la conciencia política uruguaya; a principios del siglo XX, escribió varios libros que sustentan su ideología. Por ejemplo, dijo refiriéndose a Méjico (en El Uruguay Internacional 1912): «Bien definidos están los matices: una clase dirigente, valiosísima como no la hay mejor en este continente (…), y la masa del pueblo, inferior, sofocante, integrada por indios mansos, ajenos en absoluto a la cultura cívica. (…) Inútil dar sufragio a individuos petrificados en el atraso moral…»(Citado en El Liberalismo Conservador, Gerardo Caetano, segunda edición 2021)
El conservadorismo de Herrera lo transformó en paladín de causas de la clase dominante (ganaderos, comerciantes, profesionales), al punto que le encomendaron elaborar documentos básicos de la clase ruralista para la Asociación Rural.
El gestor del herrerismo, coexistió en su juventud con el temple y la ideología populares de José Batlle y Ordóñez, cuyas ideas y realizaciones no dejaron fortalecer al conservadorismo; agregado a la separación en el Partido Nacional que votaba dividido, sus postulados quedaron postergados hasta fines del siglo pasado y principios de este.
El fortalecimiento del herrerismo personificado en su nieto Luis Alberto Lacalle Herrera (fruto de su hija), permitió el primer triunfo presidencial de esa corriente en cien años. Lacalle Herrera fue el primer presidente herrerista y uno de los escasos mandatarios blancos en más de un siglo. Las ideas conservadoras del presidente Lacalle Herrera amagaron instalarse en tropel, pero fueron frenadas. La cristalización de una nación conservadora, a partir de privatización de empresas del pueblo y de otros mecanismos institucionales y económicos, fracasó. El gobierno no fue exitoso. Soportó denuncias de corrupción (en alguna venta de bancos), de cerrar fuentes de trabajo (en Salto el ingenio azucarero El Espinillar, que postró por décadas a Villa Constitución y Belén, liquidándole tres mil puestos de empleo), destrucción de industrias (cuero, tejidos), fueron algunas de las muestras del fracaso del modelo conservador
Luis Lacalle Herrera anunció que volvería al gobierno con UNA MOTOSIERRA, para liquidar el gasto excesivo (en materia social). Posiblemente el uso de esa imagen evidenció su cuño conservador, pero no le sirvió para cambiar el país.
Luis Alberto Lacalle Pou, hijo del anterior y biznieto de Herrera, aseguró en plena desesperación de la pandemia, que protegería a «los malla oro», los capitales privados que según él son fundamentales para que el país funcione. Marcó a fuego a la sociedad oriental; la dividió en pobres y malla oro. Seguramente logró cristalizar el pensamiento de sus antecesores, a costo de cavar una grieta abismal en la sociedad uruguaya.
Estos de 2023, son tiempos diferentes al siglo XX. Hay mecanismos mediáticos, cibernéticos y manipuladores de la opinión pública, que han logrado confundir al mundo. Existen habitantes que, por su situación económica y social, tendrían que ubicarse del lado de los trabajadores, pero por las influencias intelectuales recibidas, se alinean con los malla oro, aun siendo explotados por éstos. Algo así como un gran retroceso al medioevo, donde los siervos agradecían una cama de paja en el suelo y un trozo de pan, para servir al señor dueño del castillo, del oro, la tierra y los ganados. No es extraño que, quienes manejan este gobierno que impone una matriz conservadora de más de cien años, dirijan acciones a frenar la capacidad de desarrollo intelectual de las clases «del otro lado de la grieta». Procuran que los postergados (como los siervos medioevales) no accedan al desarrollo de ideas que podrían independizar su intelecto personal primero, y luego a la comunidad. Nunca como en los gobiernos del Frente Amplio se fomentó y aumentó el ingreso a la educación terciaria con presupuesto y becas; continuar ese proceso podría suponer el inicio de un «país de iguales», donde los hijos de hogares históricamente postergados, pasaran sobre la grieta y establecieran puentes de equidad. Nada mejor para los conservadores que «transformar la educación», promoviendo la creación de capacitaciones para servir, aunque postergando la instancia de desarrollo intelectual y social (como suspender las enseñanza de Filosofía). Nada es casual; los retaceos a la educación en todas sus líneas, son el gran servicio del estado conservador a los dueños del capital. Ganar poco, desarrollarse menos y divertirse mucho (alienándose) puede ser una fórmula mágica para tener súbditos que se crean señores.
Es sin duda una hipótesis política, pero es la única que considero válida para el momento. El manejo hasta obsceno de la cosa pública en favor de los dueños de la motosierra, de los malla oro, es una tragedia evitable. El caso de la denuncia de los hechos que culminaron (por ahora) con la renuncia del presidente de la CTM de Salto Grande, configura un panorama completo. Desde el «castillo» de la represa, los «señores del feudo» formaron su equipo de decenas de empleados tomados a dedo, al servicio de su ideología política, pagado con el dinero de todos; habría (aún hay) una estructura partidaria financiada por la CTM que serviría a una ideología conservadora, pero que financiaríamos todos con nuestros impuestos, aun los opositores. La denuncia fundamentada generó la renuncia de la cabeza intermedia y visible (Albisu); pero los contratados para Salto Grande sin concurso ni medida, todavía están a disposición de la tarea partidaria, y la cabeza más importante (el presidente), ni se ensucia las manos (tiene una pequeña motosierra de uso doméstico).
Algo es algo. El análisis de los hechos y documentos desnudan obscenidades. Que se terminen de raíz.En Salto Grande y en todo sitio público donde el dinero del Pueblo pague operaciones políticas. Lo que está mal en casa del vecino, está mal en la nuestra.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias