«Eramos pocos y parió la abuela…», este refrán, que se cree de viejo origen castellano, tiene atribuidos varios significados. Algunos pueden aplicarse a la actualidad político-social uruguaya. Por su lado hacer referencia a la aglomeración, en este caso no de personas, sino de circunstancias desagradables en la vida nacional; por otro el surgimiento constante de situaciones que enfrentan a los ya enfrentados uruguayos a raíz de cualquier acontecimiento. Como en la didáctica de las clases de menor edad, recurro a los ejemplos, tratando de llegar inductivamente a la generalización.
Cada vez las redes y los lugares donde el público se expresa libremente (o libertinamente), muestran más agresiones y distanciamientos verbales duros y poco constructivos. Cuando no es la gestión del presidente es la del PIT CNT; si no es la política de uso del agua, es la permanente crónica de violencias. Todo elemento ha servido para criticar o apoyar, pero siempre con vehemencia, conductas gubernamentales u opositoras. La mayoría de los comentarios de un hecho, generan «contra opiniones» cáusticas, hirientes y hasta cargadas de agravios.
Obviamente esta forma de convivencia es terrible. No hay espíritu democrático que se mantenga sano; la tentación de bajar el nivel de cultura en el trato es permanente y cuesta mucho desacelerar.
Desde algunos ámbitos que debían equilibrar y ponderar, se echa más combustible a algunas hogueras, aunque parezca que no fuera así. Fundamentalmente esas responsabilidades deben correr por cuenta de referentes de gobierno y de oposición, pero no siempre se cumple. Los posicionamientos tajantes, sobre todo de ministros y jerarquías aunque sean dichos sin violencia, contienen a veces mensajes enervantes. En estos días esos ejemplos han sido dados por el presidente Lacalle y el ministro Heber, que han restado importancia a la seguridad de las víctimas del caso Penadés, al no tener en cuenta que las interferencias producidas desde la policía, pueden arriesgarlas si trasciende su identidad. No es poca cosa; importante parte de la sociedad se sintió golpeada por esa prescindencia gubernamental.
Claro caso de que «parió la abuela»: al drama que se vive por la causa penal, se agregó el menosprecio de ese riesgo por parte de las máximas autoridades.
Otro: las ofensivas conductas que se producen en Salto Grande ante las decisiones del Parlamento Nacional. Los legisladores, legítimos representantes de la población, definieron que jerarquías políticas (CTM) y funcionarios designados sin concurso, deben renunciar. Desde la Coalición que gobierna, se ha ignorado a la Cámara de Diputados. «Que no tiene facultades, qué su decisión no es vinculante, que mi partido puso sólo cuatro… ¡qué vergüenza!. La situación ha generado enfrentamientos en las redes y en los programas políticos; ninguna construcción, sólo discusiones. Obviamente la oposición no tiene facultades de hacer entender a los referentes del gobierno, que su gente debe renunciar, como mandato democrático. Atención: el hecho es más grave que la simple desobediencia y el mantenimiento de un empleo público. Es una cachetada a la democracia; equivale a decir que el Parlamento no existe. Grave, muy grave.
Finalmente, la situación que generó esta nota y su título: los choques criollos por la matanza en Gaza. Como sobran los motivos locales de discusión, se agregan los relacionados con Israel y Palestina. Desde acá nada arreglaremos, poco aportaremos, más allá de enrarecer más el tenso ambiente de convivencia. Es lógico que cada uruguayo tenga su análisis, sus hipótesis y hasta sus conclusiones sobre ese enfrentamiento histórico, pero pelearnos en decir quién asesina, quién se defiende, quién es bueno, quién malo…es casi un tétrico entretenimiento. Posiblemente aportaríamos a atenuar su incidencia, si nos informáramos históricamente, si nos dejáramos convencer menos por los medios y los discursos de ambas visiones, para cuidar que ese odio, explotación, saqueo y fundamentalismo, no siga instalándose entre nosotros. Esa sí, es nuestra responsabilidad.
Que la abuela…no se embarace.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias