Yo no lo vi, yo pasé a saludar, yo no lo sabía, yo lo miré a los ojos… Todas frases que recordamos en lo que va de esta administración multicolor. Más allá de lo anecdótico y triste que involucra casos de corrupción, pedofilia y narcotráfico, lo peor de nuestra sociedad, estos episodios tocan aspectos sensilbles de lo que hace a la sana democracia.

En el tejido mismo de una sociedad democrática, la transparencia gubernamental emerge como un hilo vital, un lazo intrínseco que conecta al gobierno con la ciudadanía que le confió su mandato. La transparencia no es un simple rasgo administrativo, sino un principio rector que sustenta la confianza del pueblo en sus líderes y garantiza la salud misma de la democracia.

Históricamente, la opacidad gubernamental ha sido el caldo de cultivo para la corrupción y el abuso de poder. Sin embargo, la transparencia no es solo el acto de arrojar luz sobre las decisiones y acciones gubernamentales, sino una fuerza que impulsa la rendición de cuentas, esa piedra angular que sostiene el edificio democrático. La ciudadanía tiene el derecho y la necesidad de conocer, entender y evaluar las acciones de aquellos que han sido investidos con el poder de gobernar.

La importancia de la transparencia no es solo una cuestión de derecho, sino de pragmatismo democrático. En un mundo interconectado y en constante cambio, donde la información fluye como un río digital, la opacidad gubernamental se vuelve obsoleta y contraproducente. La transparencia, por otro lado, es un faro que guía a la sociedad a través de las complejidades de la toma de decisiones gubernamentales.

La transparencia gubernamental es la herramienta que desmantela las murallas que podrían separar a los ciudadanos de la esfera gubernamental.

Por eso exigimos explicaciones y rendición de cuentas de lo actuado y especialmente de los vínculos del gobierno con cada uno de estos escándalos. La gente reclama sinceridad. La rendición de cuentas, tan intrínsecamente ligada a la transparencia, no solo es un mecanismo de control sino una brújula ética. Gobernar no debería ser un acto unilateral, sino un compromiso constante con aquellos a quienes se sirve. La transparencia, al permitir la evaluación abierta de las acciones gubernamentales, nutre un ciclo de mejora continua. Es la promesa cumplida de que el gobierno no solo escucha, sino que responde a las necesidades y preocupaciones de la sociedad.

Dar explicaciones de los casos Marset, Penades, Salto Grande, Astesiano, el regalo del Puerto, no es una opción, sino un imperativo moral y democrático, del gobierno que tanto dijo “estamos preparados”.

Álvaro Lima

Diputado Nacional

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