Nunca como antes vimos en estos tres procesos electorales que transitó y todavía transita el Uruguay, la influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación. La masificación del uso de los celulares y la participación en las redes digitales, permite hoy llegar a millones de personas con mensajes, propuestas y propaganda electoral. El uso de la Inteligencia Artificial (IA) paso a desempeñar un rol crucial en la toma de decisiones, ya sea de los candidatos como también de los electores.

Un claro ejemplo del uso de las mismas fueron las recientes elecciones generales en los EE. UU., donde fue evidente la influencia del uso de la IA, donde se dio la modalidad de llamadas automáticas, o robocalls, generadas por IA, que imitaban la voz del presidente Biden, dirigiéndose específicamente al electorado de New Hampshire y le desalentaba a votar en las elecciones primarias, como así también la creación de fotos falsas o la circulación de  contenidos ultrafalsos, (deepfakes), antes de  las elecciones. Los recientes avances en este campo, en particular la IA generativa como ChatGPT (OpenAI) y Copilot (Microsoft), podrían tener un impacto mucho mayor en los procesos electorales.

La IA puede aprovechar los macrodatos para influir en la toma de decisiones de los votantes. Su capacidad para lanzar ciberataques, producir deepfakes y difundir desinformación podría desestabilizar los procesos democráticos, amenazar la integridad del discurso político y debilitar la confianza pública, donde justamente los mayores riesgos son la propagación de la desinformación, que pueden utilizarse para engañar a los votantes y poder cambiar su decisión.

Sin dudas que la introducción de estas nuevas tecnologías para el desarrollo de una campaña electoral es un nuevo paradigma, que abre grandes posibilidades si se utiliza en forma responsable, pero que a su vez introduce también enormes riesgos, como comentábamos anteriormente.

Lo otro que ha cambiado, por efecto de las redes sociales y todo internet, es que ya no hay veda electoral real, solo los medios registrados mantienen esta disposición, pero por las distintas plataformas, hasta el ultimo minuto en donde se cierra los circuitos de votación se realiza propaganda proselitista, sin el estado poder controlarlo.

Quienes vivimos estos procesos electorales y los cambios de modalidades, desde la salida de la dictadura, cuando nos paramos y miramos hacia atrás, vemos que, si bien hemos ganado en un mayor acceso a determinada información, somos también rehenes de mayor manipulación de medios masivos y de campañas digitales, algo así como una esclavitud digital.

Téc. Univ. Gustavo Chiriff / 1001 – Frente Amplio

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