El delincuente de 37 años se inició en la delincuencia a los 28 y logró liderar una de las bandas criminales más poderosas de Uruguay.
Por Joaquín Symonds
Luis Fernando Fernández Albín tiene 37 años. A los 22, el 18 de marzo de 2009, fue conducido a una cárcel por primera vez. En un mundo ideal, los centros penitenciarios deben rehabilitar y evitar que el recluso fortalezca sus lazos con la delincuencia. El caso de Luis Fernando no aplica.
Conforme el paso de los años y al transcurrir de su pena, sucedieron dos cosas: se volvió un narcotraficante “pesado” en Uruguay y su poder detrás de las rejas se fortaleció, teniendo incidencias en el exterior cobrándose decenas de vidas.
Como pasa casi siempre con este tipo de delincuentes, en su familia se asesinaba y vendía droga como si fuera una costumbre, y parte del clan logró trascender a lo largo de los años hasta conformar una de las bandas que el actual gobierno ha definido como de las más peligrosas del país.
En 2008, Luis Fernando cometió el primer delito que quedó labrado en acta policial, a la cual accedió Montevideo Portal. Fue por tenencia de estupefacientes “no para consumo”, según la sentencia de ese día. Sin embargo, la Justicia decidió procesarlo sin prisión.
Tras terminar su pena, la que cumplió en prisión domiciliaria y con medidas limitativas, las autoridades poseen evidencia de que logró escabullirse bajo una identidad falsa que le permitió estar al frente de cargamentos de droga que ingresaban al país. Luis Fernando, para ese entonces, ya había establecido contactos con Bolivia desde donde provenían varios kilos de pasta base y cocaína que luego eran comercializados en barrios de Montevideo.
En 2009, menos de un año después de su primera condena, Luis Fernando fue involucrado en una organización que se dedicaba a la venta de drogas.
En ese entonces, los investigadores lo colocaron como la persona encargada de hacer el nexo entre los vendedores de droga y quienes la recibían en Uruguay. Fue sentenciado por un delito de tráfico de drogas en la modalidad de exportación y organización, y debió cumplir la pena en la cárcel.
Pasó un par de años detrás de las rejas y, tras ser liberado, volvió a quedar a disposición de la Justicia porque nuevamente se involucró en el tráfico de drogas. Tras la investigación volvió a ser enviado a prisión y cumplió la pena en la Cárcel de Maldonado.
A lo anterior se le sumó que las autoridades supieron que, durante varios años, Luis Fernando circuló con una identidad falsa con la que logró salir del país en reiteradas ocasiones sin ser rastreado. Si bien no hay indicios firmes, por ese entonces se estimaba que el delincuente salía de Uruguay para concretar negocios mal habidos.
El hecho de que estuviera en prisión no significó que Luis Fernando dejara de enviar órdenes a los demás integrantes de su familia. De hecho, en varios momentos la Fiscalía alertó por la existencia de elementos que relacionaban al delincuente con hechos que sucedían fuera de los centros carcelarios que habitó.
Luis Fernando no solo ordenaba matar gente, sino que tenía organizada la venta de droga en Cerro Norte y alrededores, además de estar al tanto de que su banda criminal no perdiera territorio.
Por eso, con el paso del tiempo pasó de ser un delincuente “de poca monta” que había vendido un par de gramos de pasta base, a tener a cargo una organización que —años después— sería de las más importantes de Uruguay.
El traslado que enojó
Este gobierno se planteó como uno de sus principales cometidos debilitar bandas como las de los Albín, los Suárez o el clan de “los Colorados”. En algunas escuchas telefónicas, en el marco de tareas de inteligencia, los liderados por Albín daban cuenta de “trabas” que han tenido para concretar negocios y crímenes.
“No hay armas, hay pocos fierros, y tampoco podemos andar regalados, ñery. Está jodida la cosa”, dijo uno de los delincuentes a los que se le interceptó el celular.
Parte del fortalecimiento de Luis Fernando y sus secuaces fue gracias a los contactos que logró hacer en el exterior, los que resultaron claves a la hora de ingresar grandes cantidades de droga. Ahí aparece el nombre del narco uruguayo Sebastián Marset, quien ha estado vinculado en varios de los cargamentos que luego Fernández Albín vendió en barrios de Montevideo.
La droga que suelen comercializar este tipo de delincuentes es la pasta base, porque es la más fácil de colocar y la más “solicitada” por los adictos. Hace cuatro semanas, la Policía interceptó mil kilos de esta sustancia en la playa de San Luis (Canelones).
Los nueve detenidos habían alquilado una casa en Bello Horizonte, donde acopiaron la droga para sacarla en una barcaza por la playa de San Luis y contaminar un barco en alta mar. En ese intento fueron detenidos y protagonizaron un tiroteo con los efectivos.
Se estima que Marset y su gente estaban detrás de este cargamento, sobre todo por el vínculo con el clan de Albín y la cantidad de droga que se intentaba trasladar, que representa la mayor incautación de pasta base en la historia de Uruguay.
Este fue el primer golpe que “molestó” a Luis Fernando y el segundo factor que lo habría hecho enojar se centra en el traslado desde el Penal de Libertad hacia la Unidad 25 de Santiago Vázquez (exComcar). Este centro es de máxima seguridad con celdas aisladas, incomunicación total y un régimen de visitas mínimas.
El cometido de las autoridades es que Luis Fernando tenga el mínimo contacto con el exterior, de modo de debilitar aún más a su banda criminal. De hecho, el traslado fue “de película”, porque se realizó un helicóptero del Ministerio del Interior para evitar que los comandados por Albín intentaran frustrar la acción policial.
A los pocos días, una moto pasó la sede del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) en la calle Cerro Largo y uno de los dos ocupantes emprendió a tiros contra la fachada. Acto seguido, dejaron una carta dirigida al director del organismo, Luis Mendoza, que decía: “Los presos se respetan, señor Mendoza”.
Luis Fernando está relacionado con este hecho, según estiman las autoridades y supo Montevideo Portal. Consideran que la balacera contra la sede del INR es producto de la “desesperación” que tiene el delincuente a raíz de que se ve “cada vez más arrinconado” para seguir operando en el mercado de la venta de pasta base.
La Justicia imputó a Luis Fernando por estar presuntamente relacionado al ataque al INR. En caso de no encontrar elementos firmes, saldrá en marzo del año que viene.