No puedo con mi genio. Mi intelecto se negó a poner de título solamente “Bienvenido 2022”. Me rechinó la cursilería que podría representar a priori, aunque el texto luego pusiera las cosas en su lugar. Ni lugares comunes, ni hipocresías. Pero si pudiera gritaría con voz de gol: ¡BIENVENIDO 2022! ¿Quién me entiende…? No se preocupe lector usted me comprenderá, que en definitiva es lo único que me motiva a escribir en esta tórrida tarde de penúltimo día del año.

Todos los seres de buena voluntad deseamos que 2022 sea un año venturoso: con empleo, sin plagas, con fraternidad, con menos pobres, menos enfermos, más alimentos, mejor educación, mayor respeto por las diferencias individuales o colectivas, en definitiva un buen año. Precisamos que se dibujen sonrisas sinceras en la mayoría de las caras y no muecas como la que lució «El Hombre que ríe» de Víctor Hugo. Firmemente quiero que sea así, para poder  dar la bienvenida a la nueva vuelta al sol.

Como lo escribí en mi columna de los lunes del diario La Prensa de Salto: el 2022 es responsabilidad de todos.

Estoy convencido de que, por lo menos los uruguayos, podemos ser constructores de un buen año. No deliro de que los pobres se volverán ricos con sólo desearlo, que los enfermos sanarán y los desocupados trabajarán como por arte de magia. En la medida de las responsabilidades, formación, capacidad y poder de cada ser habitante y de cada colectivo, es posible transformarse en constructores de un Año Bienvenido.

La mayor responsabilidad le cabe (cuando no) a quienes desarrollan tareas de conducción política, administrativa, empresarial, social. No puede pedírsele el mismo esfuerzo al dueño de un bosque o al de un monte de naranjos, que al obrero de una leñería o al cosechera/o de una cuadrilla de arrancadores de frutas. La responsabilidad civil de un habitante de un pueblito de doscientas personas en la profundidad de la campaña, que al edil o intendente de ese departamento que pidió su voto y debe resolver situaciones COLECTIVAS y no sólo las de sus amigos. No es la misma la obligación administrativa, política y ética de un legislador, ministro o presidente, que la del resto de los tres millones y medio de los uruguayos. Los que más arriba están en la imaginaria pirámide del poder, más obligación tienen de tratar de hacer bueno el año de todos, construyendo bienestar para las mayorías. Considero que una sonrisa producida por  aplaudir  el supuesto lucimiento de un gobernante, no es el plácido gesto de un padre que consiguió trabajo y narra a sus hijos que ya no tendrán que ir a comer a la bendita Olla Popular, sostén de tantos orientales.

Los miembros de la masa que elige más o menos libremente a sus referentes, tenemos obligaciones. La de no contentarse con obtener sólo para sí mismo, olvidando al de al lado. Ese feroz riesgo ha ido calando en nuestra sociedad antes absolutamente solidaria, pero hoy colonizada por pobres que han vendido su condición de tales, por un bíblico plato de lentejas. No es menor la responsabilidad constructora de los que menos tienen; es suya la capacidad de conformar las mayorías silenciosas y convencidas que lo mejor es que TODOS estemos lo mejor posible, porque será más estable y más justo.

Podría escribir miles de palabras más, fundamentando porqué entre todos podemos construir un Año Bienvenido. Prefiero dejar la tarea a la libre intelectualidad de los lectores, sobre todo a quienes pueden (y deben) generar la difusión de ideas básicas para discutir. Naturalmente no creo en el dogmatismo de catequizar mis verdades, sino que aspiro a discutirla y compararlas con las de los demás. Respeto a quienes piensen diferente, pero no comparto que haya seres humanos que pasen mal para que otros estén bien. No creo que necesariamente haya que hacer algún mal para lograr algún bien; el fin no justifica los medios. Este concepto no es necesariamente de izquierda, es humanismo puro.

Traigo a la memoria conceptos de anarquistas de los primeros años del siglo XX, convencidos de que el amor, la solidaridad, la igualdad eran suficientes para vivir en una sociedad equilibrada. No soy tan creyente como ellos en la bondad del Hombre, pero si no tuviera la convicción de que la equidad debe ser desarrollada, no habría invertido la vida que invertí en generar una colectividad plural e igualitaria.

No nos rendiremos! Haremos un Bienvenido 2022!

Ramón Fonticiella

UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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