CULTURA

Cuando se habla de películas documentales aparece el nombre de la uruguaya Mariana Viñoles. Su última producción ‘El viaje al pequeño país’ aborda la venida de 5 familias sirias a Uruguay. Fue un trabajo de 4 años. Ahora se puede ver en Cinemateca. ¿Cuáles fueron sus expectativas? ¿Cómo están en la actualidad? Sobre la vida de estas familias del Medio Oriente en Uruguay y el documental EL ECO dialogó con la cineasta.

Enterada de la decisión del gobierno de José Mujica de traer familias que estaban en campos de refugiados en el Líbano, antes de ponerse la cámara al hombro, llamó desde Suiza, donde vivía, a su amiga la periodista y escritora María Urruzola para saber si se estaba haciendo algo sobre la temática de los sirios. Al decir no Urruzola, tomó la decisión de hacer la película-documental. Logró viajar al Líbano, y estar con los sirios en los campos de refugiados. Es más, compartió el mismo avión en el que vinieron a Uruguay cinco familias, con un total de 44 integrantes. Esto ocurrió en el 2014.
Vivió todo el proceso de los refugiados y sigue actualmente en contacto con ellos, es la referente imparcial, la amiga uruguaya en la lejanía de su tierra siria. Esa confianza mutua le facilitó a la cineasta realizar 40 horas de filmación desde el 2014 al 2018.
Previo a su regreso a Suiza, Mariana Viñoles dialogó con EL ECO tras conocerse que ‘El viaje al país pequeño’ está entre las seleccionadas como mejor documental en los VIII premios Platino, fallo que se dará a conocer en octubre en la ceremonia que se desarrollará en Madrid.

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Mariana Viñoles (foto El País)

-La película dura 101 minutos. Según contó en una nota fueron 40 horas de filmación, ¿cómo logró cubrir los gastos de 4 años de estar con los sirios?
-Empiezo los proyectos antes de conseguir financiación. La manera que elegí fue filmar lo real, es donde me siento más cómoda, por eso trabajo sin equipo, soy yo con la filmadora. Trato de filmar como testigo, lo que está ocurriendo y de la manera más honesta posible.
Al estar en Suiza me resultó más fácil llegar al Líbano, pero para esta película fui a un lugar totalmente desconocido, en la frontera de un país en guerra. Soy madre, mis hijos ahora tienen 8 y 11 años y en aquel momento, 2014, eran chiquitos y trataba de cuidarme. Fui porque me movía la necesidad de registrar algunas peripecias vitales que me interesan como cineasta, carrera que estudié en Bélgica.
‘En el viaje al país pequeño’ narro la película en primera persona, aunque no cuento mi propia peripecia, me siento muy presente en las imágenes.

-¿Cómo logró la comunicación verbal?
-Hablo francés e inglés, en el Líbano las personas que egresan de secundaria hablan esos dos idiomas porque han sido colonia francesa e inglesa. Son idiomas que aprenden para poder salir adelante en la vida, además de su lengua árabe. Es bastante común encontrarte con personas que hablan inglés y francés, y eso me favoreció. Empecé a aprender el árabe un poquito, lo suficiente para poder comunicarme básicamente en el inicio. Después ellos me ganaron porque vinieron, aquí a Uruguay, y obligatoriamente tuvieron que aprender el español, en la película terminamos todos hablando español.

-Cuando llegaron a Uruguay se sintieron engañados, porque venían de un mundo muy próspero y comenzaron a realizar protestas públicas, ¿cómo vivió eso usted?
-En un momento utilizo mi voz para que el espectador se entere de qué lado estoy yo, además fui una espectadora privilegiada porque fui la única testigo neutra de todo el proceso, todos los demás formaban parte del equipo diplomático.
Hubo un problema de comunicación, se les auguró a ellos un país que queremos ser pero que en realidad no siempre nos sale.
Se alarmaron con lo caro que estaba todo aquí en Uruguay. Ellos tenían un nivel de vida elevado en el Líbano.

-Pero salían de un país en guerra, donde le esquivaban a las bombas, a la muerte, ¿preferían eso en definitiva?
-Las 5 familias venían de situaciones socio-culturales diversas. La diferencia entre su país y el nuestro es que si allá sos pobre igualmente la comida no te falta.   Son países ricos por eso están constantemente en guerra, porque se quieren quedar con lo que ellos tienen que es el petróleo. La gente vive mucho mejor que nosotros. Para ellos allá todo es más barato, son diferentes las alternativas vitales. Una de las familias que vino estaba organizada en clan (16 integrantes), donde el padre es el jefe, allá vivían de manera diferente, adaptarse a Uruguay fue muy difícil como por ejemplo tener que pagar impuestos. Tuvieron que aprender mucho y rápidamente. Esa familia actualmente está radicada en Salto en una chacra, y vive de la plantación y venta de las frutas y verduras que producen.

-¿La película documental se basa en dos de las familias que vinieron inicialmente, la que está en Salto y otra en Montevideo?
-Si la de beduinos está en Salto, y la otra vive en Montevideo que es la pareja que ella viajó embarazada, tuvo su ultimo hijo aquí en Uruguay, es una familia super joven como se ve en la película.

-¿Las que se quedaron siguen pensando que están en el país equivocado?
-No, ellos están bien como estamos todos aquí, ‘llevándola’ como dice uno de ellos.  No tienen por qué estar contentos de vivir aquí, obviamente siguen informándose que en su país siguen muriendo familiares, su gente muy querida, en un país que está en guerra desde el 2011. No se puede pretender que una persona adulta, que tuvo que dejar su tierra, esté feliz por eso. Lo que quería el presidente Mujica, que fue quien organizó la venida de las familias sirias, era salvar niños de la guerra y que acá tuvieran la posibilidad de educarse. Ellos reconocen todo eso y están muy agradecidos con este país de acogida.

-¿Las generaciones más jóvenes adoptaron mucho de nuestra cultura o siguen manteniendo sus tradiciones, la supremacía del hombre sobre la mujer, la mujer que no se saca el turbante?
-Más o menos. Entre lo que era allá y lo que viven acá es un abismo. Han cambiado… No siguen viviendo de esa manera estricta y ortodoxa como lo hacían allá. La sociedad le ha abierto la cabeza en ese sentido.

-Usted dijo en una entrevista que los occidentales, en algunos aspectos somos parecidos a los árabes, ¿en qué?
-Desde el punto de vista afectivo me parece que nos parecemos más con los árabes que con los europeos, por lo menos yo que hice ese viaje al Líbano me sentí como acogida de alguna manera como nunca me sentí en Europa, y tratada de una forma más como nosotros, más como latinos, más fresca, más directa, más espontánea. En América Latina también hay una descendencia importante   de árabes, tengo muchos amigos que antes les decían sirio-libaneses.

-¿Se mantiene comunicada con las familias?
-Sí, son personas muy queridas. Me conocen hasta los familiares que quedaron en el Líbano porque estuve en la casa de ellos, no hay otra persona que haya estado con ellos antes que abordaran el avión y partieran de donde tal vez nunca van a volver.

-¿Nunca van a volver?
-Al campo de concentración no volverán. Cuando tengan el dinero y termine la guerra retornarán a su tierra. Como todo exiliado, ellos sueñan con volver a Siria. Al igual que los uruguayos cuando estaban exiliados, ellos iban a volver cuando terminara la dictadura. Los adultos piensan todos los días en volver para reencontrarse con sus seres queridos, los que quedan vivos. Ellos están muy en contacto con su gente porque manejan mucho las redes sociales, lo hacían desde cuando estaban allá. Recuerdo que cuando llegué en el 2014 me llamó la atención, estaban más avanzados en el uso de whatsapp que nosotros.

-Y ahora la satisfacción de ser nominada para los Platino.
-Con la película tuvimos lindas sorpresas: dos premios en festivales, y bueno ahora veremos qué pasa con los premios Platino. Es una película bastante clásica; tiene una temática inmensa con todo el amor que hubo disponible. Es profunda, está hecha con humor,… lloras, te emocionas, pero no es un bajón.

Ella es

Mariana Viñoles, oriunda de Melo, 44 años, estudió comunicación en UTU Montevideo, trabajó con Beatriz Flores Silva ‘En la puta vida (basada en el libro ‘El huevo de la serpiente’ de María Urruzola). A los 24 años de edad se fue a Bélgica a estudiar cine.
Su primera película documental fue ‘Crónica de un sueño’, 2005, sobre el triunfo del Frente Amplio, la filmó en Melo en el entorno familiar. La segunda ‘El mundo de Carolina’, una joven con síndrome de Down, y ahora ‘El viaje al país pequeño’; ganó dos premios: en Barcelona obtuvo el premio a la mejor película iberoamericana; y en el festival de Gramado ganó 4 de los 6 premios: premio del público, premio especial de la crítica, premio especial del jurado y mejor dirección. Ahora ha sido preseleccionada para los Premios Platino del Cine y el Audiovisual Iberoamericano en la categoría Mejor largometraje documental. El 3 de octubre en Madrid se darán a conocer los ganadores en las diferentes categorías.

Fuente : elecodigital.com.uy

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