Amigo corrector, no agregue la «d» a la última sílaba del título; quiero ser fiel a Discepolín, quien lo escribió en lunfardo: «manoseaos». Por su letra, «Cambalache» es seguramente un tango perenne, porque describe la mediocridad humana, su bajeza y la permanente confusión de la sociedad. Su nacimiento fue en 1934, pero podría haber visto la luz la semana pasada o ser estrenado el año que viene: tendrían sus conceptos plena vigencia, seguramente sustituyendo algunos nombres de aquella época (Don Bosco, la Mignon, Carnera) por algunos actualizados nacionales o extranjeros, habría para elegir.
Como ser humano me angustia que estemos «en el mismo lodo, todos manoseaos»; no es razonable tolerar esa promiscuidad ética, donde da lo mismo ser ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Siempre me ha impresionado la carga filosófica del tango de Enrique Santos Discépolo, pero en este momento me preocupa su calidad de espejo de parte del mundo, por lo menos de la que nos sirve de nación.
Los diarios, los portales, los informativos, las revistas políticas, corren (quizás sin desearlo) una carrera para presentar la barbaridad ética de mayor volumen. Todo fruto de un deterioro moral profundo de muchos operadores políticos, y sobre todo de personalidades que sirven de referencia a la comunidad anónima. Posiblemente haya exageraciones en las publicaciones, pero los casos reñidos hasta con las leyes, existen. Puede hacerse una lista de los acontecidos en los últimos meses, sin tocar siquiera aquellos que podrían considerarse de carácter personal (femicidios, accidentes verdaderos, violencia por temas del momento). Quedarían muchos que mostrarían la imagen de un deterioro tremendo de la conducta humana.
Lo acontecido en la Torre Ejecutiva con el jefe de la guardia del presidente de la República, es impresionante. No hay delitos motivados por la vida; se trata de unas gestiones que, aunque ligeramente investigadas, muestran señales profundas de corrupción. La formalización de un ex militar por la causa de supuesta espía a dos senadores de la república, señal de ataque violento a la democracia, es otra realidad impensada en este país fuera de la dictadura. Otro nunca visto: reclamo público de cuatro comercios por trabajos en una ambulancia del Estado, por orden de un legislador y no pagados; no tengo porqué dudar de los comerciantes (ampliamente conocidos en Salto), ni de la palabra del legislador que dice que todo es mentira; seguramente el ofendido presentará denuncia por difamación ante la justicia, única forma de ir saneando el caso. La discusión (propia de mostrador de boliche de copas) entre un intendente y un director de ente autónomo por las patentes de dos ambulancias, es otro caso que salpica fango. Los relevamientos de jerarquías policiales en el marco del «caso Astesiano», otra perla resbalosa para el collar del cambalache. La confesión de violar la ley de Tránsito por parte de un senador de la República, al decir que él no respeta las velocidades en carretera, es más que una desfachatez y fanfarronería, es decirle a la gente común » yo corro como quiero, háganlo ustedes».
Todos sabemos que este pequeño inventario de «revolcadas en el merengue y manoseos en el lodo», puede seguirse. Podría detallarse resoluciones departamentales pasadas por arriba del moño a la ciudadanía; anunciadas inversiones que nunca llegan; captación de actores políticos de otros partidos, con puestos públicos remunerados por el Pueblo; armado de estructuras partidarias con sueldo del Estado…e ainda mais. Con lo mencionado me alcanza para transmitir que «estamos en el horno». Quien quiera seguir hundiéndose en el fango podrá ser dueño de poder o de fortuna, pero nunca de una conciencia política limpia. La falta de ética lo convertirá en un peligro para la democracia.
En el lugar del país que sea; en el departamento que se quiera; en las jerarquías o en el llano, sin moral política, no se salvará del lodo. Lo más grave es que ese barro no cubre sólo al referente que lo elige, se desparrama a la parte de sociedad que lo rodea, que se corrompe, que cree que ese es el camino, aunque después se frustre…
Se está a tiempo de eludir el lodo.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias