¿Existe la mala suerte en política?

No creo en la buena ni en la mala suerte. Si, en el encadenamiento de sucesos, fortuitos o casuales dados sobre una persona, por lo que ésta puede considerar que tiene (o tuvo) buena o mala suerte. No es «mala suerte» que un tiro al arco pegue en el palo, podría haber ido afuera, por ejemplo. Respeto, aunque no comparto, que existan personas que crean en la mala o buena suerte, y que incluso hasta lleguen a confiar en amuletos para alejar una o atraer la otra. Son opciones intelectuales o sentimentales de individuos o comunidades.

Por lo expuesto, no creo que el Dr. Jorge Batlle tuvo mala suerte con la llegada de la aftosa a Uruguay durante su gobierno, sucedió y punto. Tampoco creo que el Dr. Lacalle Pou haya tenido un infortunio con el establecimiento de la pandemia; fue un hecho mundial, que su gobierno debió enfrentar y que, entre otras cosas, gracias a una sólida estructura de salud construida por el gobierno de Frente, pudo tratar la epidemia de la manera que entendió mejor.

No fue buena ni mala suerte de Lacalle presentarse casi diariamente en conferencias de prensa obligatorias, para dar su versión del trabajo contra el COVID 19. Fue cuidadosa planificación del manejo de opinión pública, algo que ningún gobernante había hecho antes. Porque antes no era de estilo, porque los asesoramientos profesionales lo indicaron, porque la gente quería consumir datos que suponía de primera mano, por lo que fuera, la pandemia fue para Lacalle un camino seguro de llegada a todos los uruguayos. No fue suerte. Fue habilidad. No comparto esconder en la hábil gambeta mediática , las verdaderas posibles miserias de una conducción; pero el presidente ,lo hizo, le creyeron e inauguró una llamativa, aunque éticamente discutible,  forma de hacer creer que gobernaba. 

¿Se agotó el modelo? Parece que ya no sirve dar diariamente la cara para enumerar problemas y dar soluciones. Ya no se hace. El presidente habla a diario desde alguna de las inauguraciones, asados, desfiles o lo que sea que se realicen a lo largo y ancho del país. No se si le atribuyen mala suerte, porque ya no se le nota la pose de estadista que ostentaba cuando se aguardaba su mesiánica disertación.

No tiene mala suerte. Los temas de hoy no se arreglan con charlas. El agua salada está en Montevideo, no como los freezers para las vacunas que estaban en USA; su jefe de seguridad está preso en Florida por su actividad contra el Estado, en plenas dependencias del gobierno: ya ha repetido que lo engañaron…; sus defensas de Astesiano (¿o de sí mismo?) ya no encuentran eco. Las nuevas y gravísimas circunstancias que le toca enfrentar al gobierno desde el Senado, obviamente no se arreglan con conferencias de prensa del presidente omnipotente.

Tiene un vendaval de problemas, algunos inéditos como el desafuero de Penadés o la utilización de agua peligrosa para el consumo humano general, que golpean muy fuerte. 

La sucesión de hechos por lo menos no esperados, aunque no sean esencialmente fortuitos, requieren acción de gobierno, y quien la marca es el presidente de la República. No precisamente desde la fiesta del Mate o de la Yerra, sino desde la institucionalidad.

Respetuosamente no creo que el presidente Lacalle tenga mala suerte; todo lo contrario. La cadena de acontecimientos que de él no dependieron, le permitió ser líder del conservadurismo de un país que nunca fue conservador…y eso es como un gol en la hora. En todo caso los que ligamos mal fuimos los habitantes de Uruguay, que  desde el 2020, nos han caído varias plagas.

Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.

UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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