Por Fernando Gil Díaz. Una simpática niña es la protagonista principal de un muy bien logrado spot publicitario que tiene como idea principal fomentar el comercio interno, con sus innegables consecuencias para la economía del país. Una idea que no basta por sí sola para cerrar ese circuito promocionado si no se acompaña de efectivas políticas que complementen la idea.
Es decir, muy lindo el spot e inmejorable interpretación de la infante protagonista pero hace falta que la política económica complemente -en la realidad del mercado- tan brillante idea publicitaria. Hasta tanto ello no se concrete, el perfecto círculo promocionado adolecerá de una clara imperfección que no podrá salvarla el deprimido bolsillo de los uruguayos…
Bajó la inflación, pero…
Mientras el atraso cambiario mantiene planchado al dólar, la queja se hace sentir cada día con mayor estridencia por parte de los exportadores que sufren la variable perdiendo competitividad de forma elocuente, ante la región y el mundo. A lo que se le suma, de forma más que alarmante, una diferencia cambiaria escandalosamente grande con la República Argentina, que lleva mucho tiempo y sin síntomas de mejora en el corto plazo.
Lo concreto es que el tan promocionado “círculo económico perfecto” que pretende promover el consumo interno para beneficio de la producción nacional, se da de boca con una escalada de precios que no para y que achica –de forma indecente- el deteriorado bolsillo oriental. Entonces, por más que quieran y lo dibujen como perfecto, las imperfecciones son tantas que a esta altura más que circular la forma es oblonga y con miras a achatarse cada vez más.
Es insostenible que aquellos productos de primera necesidad y que no necesariamente son de producción nacional, tengan una diferencia de precios tan escandalosa con los países vecinos. Y más insostenible y hasta irrespetuoso es que se pretenda infundir culpabilidad a quien recurra a gastar sus pesos orientales en tierras argentinas donde son sobrevalorados. ¿Culpables por darse un gusto? ¿En el país de la libertad que tanto promocionan?
En este punto, la respuesta inmediata y que acapara la mayoría de las mismas es la de buscar alternativas que atentan contra esa perfección del círculo que se promueve. Y por ahora, la alternativa es cruzar el charco (o el puente) para hacerse no solo de un merecido relax a precios módicos, sino de algunos productos que salven los años de recorte que acumula el salario uruguayo. En otras palabras, además de pasear, el bagayear un poco ayuda para achicar el costo de una canasta oriental tremendamente cara.
Esto que la niña explica de forma tan simple, contiene algunas ambigüedades para quienes venimos soportando una política económica de recortes que ha priorizado a los sectores más fuertes de la economía en detrimento de los que tienen (tenemos) ingresos fijos. Todo con la excusa del derrame que nunca llegó ni llegará.
Tampoco ayuda a esa teoría económica que se haya entregado el puerto de Montevideo en régimen de monopolio y sin posibilidad alguna de incidir en las tarifas de los servicios portuarios (como se confirmó hace muy poco). Pues esas subas afectan indefectiblemente los costos de los productos que consumimos los uruguayos, o sea, recaen sobre los bolsillos de todos nosotros.
Con este panorama descrito y a partir de un simple spot publicitario, las consecuencias son mucho más elocuentes. Mientras el gobierno se ufana de haber bajado la inflación, lo que no se dice es que ese es un efecto directo de la baja del consumo de los uruguayos. Ya sea porque los pesos orientales se van al otro lado del Río de la Plata y del Uruguay (que vaya si lo siente el litoral, con cifras de desempleo históricamente altas); o porque el costo que pagamos todos por los productos más básicos están sobrevaluados de forma insostenible para cualquier economía familiar.
Hay un sobreprecio que parece abusivo ya en algunos productos básicos de la canasta familiar, y no se trata de un fenómeno reciente sino que se arrastra de hace muchos años. La diferencia está, claramente, en que mientras en las administraciones pasadas el salario no dejó de crecer nunca, en este período acumula varios años de pérdida de poder adquisitivo (por más que prometan recuperar los niveles de 2019 al final del período, lo que perdimos no se recupera y eso, en algún momento, se iba a empezar a notar y tal parece que estamos viviendo ese momento ahora).
Siempre se dijo que si Argentina se resfriaba el Uruguay sufriría una congestión, por grado de dependencia económica. Algo que no pasó durante las administraciones frenteamplistas en que, a pesar de puentes cortados y crisis económicas regionales y mundiales, nuestra economía no entró nunca en recesión, con salarios, pensiones y jubilaciones con crecimiento acorde al de la economía nacional.
Es clarísimo que la política económica tiene otros objetivos hoy para esta administración y que el salario ya no es la forma de distribuir la riqueza que genera el país. Esa riqueza se ha concentrado en sectores poderosos que no solo no comparten su enriquecimiento sino que lo depositan fuera del país, con lo cual aquello del círculo económico perfecto no corre para ellos.
Entonces, así planteadas las cosas no parece justo que se pida nacionalismo a los uruguayos cuando los más beneficiados de esta política económica en lugar de invertir en el país sacan sus ganancias al exterior.
En economía como en la vida, hay que predicar con el ejemplo, si en realidad se quiere hacer que la economía cierre como un círculo perfecto…
el hombre hacía números para llegar a fin de mes,
el perro ladraba en círculos…
Fuente : elecodigital.com.uy