El sociólogo polaco Zygmunt Bauman puso nombre y teorizó sobre lo que llamo, la «sociedad líquida». Bauman, establecía, que se configuraba en nuestro pensamiento una forma de ser y de relacionarnos en sociedad, donde impera lo inmediato, las sucesiones de crisis políticas, económicas y sociales, van sucesivamente dando lugar a nuevas informaciones, el consumo rápido de noticias nos lleva a configurar un sistema de almacenamiento de información, que en un sistema de datos se llama de pila, los nuevos datos que ingresan van descartando los más viejos. El único esfuerzo de hacer click o presionar la pantalla del celular, nos lleva a un abanico de noticias, de rápido consumo, porque así están hechas, que nos inundan y no permiten por su celeridad analizarlas y clasificarlas de la mejor forma.
Las redes de información, cada vez más sofisticadas, nos seleccionan y nos dicen lo que debemos consumir en cuestión de noticias y lo que ayer fue un hecho político en noticia, hoy ya lo suplanta otro y este pasa al olvido.
La derecha en nuestro país se vale de este comportamiento moderno de la sociedad, para ir “tapando” escándalos que han venido sucediendo desde que está este gobierno de coalición, teniendo en cuenta que el escándalo ha sido la principal forma en que se entera la sociedad de las actividades del gobierno. Lo otro, y está asociado con lo anterior, es que la corrupción ha sido el tema más vinculado a la gestión de gobierno, en distintos niveles, con diversos protagonistas, pero con una presencia relevante y determinante.
Para que no desparezca de la memoria, el 2023 comenzó atravesado por la polémica en torno al exjefe de seguridad del presidente Luis Lacalle Pou, Alejandro Astesiano, cuya trama se expandía con cada día de investigación que pasaba. Astesiano fue condenado a cuatro años y seis meses de prisión, una multa de 100 Unidades Reajustables (UR) y la inhabilitación especial para ejercer cargos públicos en un juicio abreviado por la causa de falsificación de pasaportes para ciudadanos rusos. Pero, además, el custodio de Lacalle Pou, siguió, vigiló y espió a los senadores frenteamplistas Mario Bergara y Charles Carrera; al presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala; y también a estudiantes secundarios. Después sale a la luz la entrega del pasaporte uruguayo al narcotraficante Sebastián Marset, escandalo que llevo a la renuncia de la vice canciller Carolina Ache, del canciller Bustillo, del ministro del Interior Luis Heber, Guillermo Maciel y Roberto Lafluf. Tremendo escándalo.
Siguió con la denuncia y posterior procesamiento del senador Gustavo Penades, por abuso y violación de menores, pese al “yo le creo” del presidente y la defensa del ex ministro Heber.
Pero no queda aquí, está la entrega en forma irregular de viviendas a sus correligionarios, por parte de la ex ministra de Vivienda, Irene Moreira (para ella siguió el recreo), pero esta también las irregularidades en la extensión del contrato entre la empresa belga Katoen Natie y el gobierno por la Terminal Cuenca del Plata hasta 2081 y está también el pronunciamiento unánime del parlamento para que renunciaran o se cesara a las 36 designaciones en CTM, que su entonces presidente, Carlos Albisu, coloco discrecionalmente.
Para que la fragilidad de la memoria recuerde lo escandaloso que es este gobierno de coalición, es que debemos recordar estos y otros muchos mas hechos que signaron el fracaso en la gestión de Luis Lacalle Pou.
Téc. Univ. Gustavo Chiriff / PCU – Frente Amplio