Fuente de la noticia: Diario La República.

Los resultados de las recientes elecciones internas del Frente Amplio (FA) arrojan continuidades y, sobre todo, cambios, respecto a las realizadas en 2016, cuando el abogado Javier Miranda fue ungido como presidente de la fuerza política con el 37,51 % de los votos emitidos. En aquella ocasión, un candidato independiente –conocido por su trayectoria en la Organización de Madres y Familiares de uruguayos detenidos desaparecidos-, se impuso a los candidatos sectoriales: Alejandro Sánchez (MPP), con el 30,53% de los sufragios; Roberto Conde -identificado con el Partido Socialista, aunque había renunciado a ese agrupamiento en 2014-, con el 25,42% y el vertientista José Bayardi con el 6,53%.

Esta preeminencia de la condición de independiente ante los candidatos con filiación partidaria es tal vez la única continuidad que fue refrendada en la elección del 5 de diciembre de 2021, en la que el ex presidente del Pit-Cnt fue electo como presidente de la coalición con un abrumador 67,2%, seguido por el socialista Gonzalo Civila, con el 10,17% e Ivonne Passada (MPP), con el 5,05 %.

Pero en ese dato terminan las continuidades entre 2016 y 2021. Incluso la referencia puede ser relativizada, ya que el porcentaje de votos a Pereira arroja una diferencia nunca antes registrada en una interna frenteamplista.

Otro elemento a considerar es la cantidad global de sufragios emitidos, que si en 2016 fue de 94.138, en 2021 fue de 129.923. Interpretar el por qué de este incremento no admite consideraciones lineales, pero no cabe duda que para esta potenciación de la comparecencia incidieron las más de 800.000 firmas que logró el recurso de impugnación de 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), extremo sobre el que no sólo fue escéptico el oficialismo, sino buena parte del FA, que nunca creyó que esa proeza se llevaría a cabo.

El primer cambio considerable luego de escrutados los votos, es la pérdida de la hegemonía que desde 2002 poseía el MPP en la representación sectorial. En esta elección fue superado por el PCU, que atrajo el 23,98% de los sufragios, mientras el MPP pasó al segundo lugar con un 21,06%. En tercer lugar se ubica la alianza de Seregnistas Progresistas que obtuvo el 17,58 % de los votos.

Interpretando estas cifras en perspectiva se puede considerar que la interna partidaria del FA (y por consiguiente la integración del Plenario Nacional) ha quedado dividida en tres fracciones. Cabe agregar que si al progresismo seregnista se suman los votos de otras organizaciones afines, este puede ser considerado como el conglomerado mayoritario, pese a que aún pueda resultar una incógnita el alineamiento que va a tener el PS, que fue la cuarta fuerza más votada, con un 7,56%, apenas por encima de la Liga Federal, que cosechó un sorpresivo 7,48%.

Pero la pregunta principal que habría que responder es por qué razón Fernando Pereira obtuvo este inusitado apoyo entre la membresía del FA. Para ello hay que considerar, al menos, tres factores. El primero tiene que ver con el papel jugado por el FA y el movimiento social en la reciente campaña de recolección de firmas. Ya fuere por razones políticas o epidemiológicas, el eje de la campaña se trasladó desde las organizaciones políticas al movimiento social (organizado o no). Ya el FA trasuntaba un declive en su capacidad movilizadora y en el relacionamiento con sus votantes (lo que fue resumido por Pereira como “abandono del territorio”) y a eso hay que añadir los efectos de la pandemia en este tema específico. El efecto de la misma sobre las organizaciones estructuradas capilarizó la recolección de firmas y habilitó a organizaciones vecinales, grupos dispersos o meras individualidades, para que se pusieran al hombro -de manera para muchos impensada- el esfuerzo del boca a boca y del puerta a puerta. Es decir, que contra lo que se preveía, el Covid no fue un impedimento para la campaña, sino un estímulo impensado.

Lo segundo remite a que Fernando Pereira proviene de un espacio externo al movimiento político (a pesar de ser confesamente frenteamplista y no alineado con ningún sector) y por tanto se le ve como no contaminado por la confrontación entre grupos del FA.

Ese desembarco desde una órbita forense sugiere la idea de que no sólo no responderá a intereses sectoriales, sino que será difícilmente «canibalizable» por una interna ríspida, en momentos que la unidad de acción, ante la inminencia del referéndum contra la LUC, se percibe como de vida o muerte.

El tercer elemento que hace al atractivo que generó Pereira en el electorado frenteamplista es su condición de articulador. Si se hurga un poco más allá de la función que tuvo el nuevo presidente del FA en el Pit-Cnt, nos encontramos con que esta condición remite a una cualidad original de la organización de trabajadores. Si se ha destacado reiteradamente que se trata de una de las pocas centrales únicas -sino la única- del mundo, este razonamiento se puede corregir, admitiendo que efectivamente lo es, porque no se trata de una ‘Central’, sino originariamente una ‘Convención’ y luego un ‘Plenario’, lo que remite a una diferenciación que no solamente es semántica.

Efectivamente, el impulso hacia la creación de la CNT coincide con el comienzo del derrumbe del segundo batllismo y el vislumbre de que las centrales anteriores (UGT, CSU o la Federación Autónoma de la Carne, que de hecho era una central) no resistirían por separado a los embates que se avecinaban. Pese a las profundas diferencias que tenían estas centrales, resistieron en los hechos el primer proyecto de reglamentación sindical de nuestra historia, implementado durante el efímero gobierno de Tomás Berreta.

En la década del 50 se alinearían los astros y se sucederían varios hechos que habilitarían la convergencia en una sola organización de los trabajadores. A saber, la desestalinización de 1956, que llevaría a que en el Congreso de la UGT de 1958 se votara la disolución de la central para pugnar por formas de unidad más amplias; la flexibilización del inveterado anarcosindicalismo de la FAC y la retirada de la CSU de sus doce gremios más poderosos (encabezado por el bancario), luego de que esta central entregara el conflicto de los cartoneros.

Tuvo que pasar el Congreso del Pueblo (1965) para que la incipiente organización única fuera creada haciéndose de su programa, el que después sería tomado por el FA (1971).

No debe extrañar entonces que el principal ícono de esa arquitectura obrera fuera José ‘Pepe’ D’Elía, ni que Fernando Pereira sea un fruto tardío de la misma semilla. El futuro dirá si esa capacidad articuladora puede traslocarse al ámbito político y generar los cambios imprescindibles que la militancia frenteamplista está reclamando.

reduy.net

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