Leandro Secinaro
Miércoles 26 a la noche. Un frío intenso invade el barrio de Pocitos en Montevideo. En medio de la penumbra, varios dirigentes del Partido Nacional se reúnen en ronda, conversando antes de escuchar el cierre de campaña de Álvaro Delgado. A pesar del gélido clima, el calor de la discusión interna es palpable. Aunque están seguros de ganar las internas, las divergencias sobre la fórmula presidencial y las críticas internas han convertido al partido en una verdadera olla de grillos.
La reunión, que inicialmente pretendía ser un momento de cohesión y estrategia, se ha transformado en un reflejo de la creciente tensión dentro del partido. Algunos dirigentes destacan la paz interna y la estabilidad como pilares fundamentales, pero no pueden evitar mostrar signos de preocupación por el futuro. Las diferencias en torno a la fórmula presidencial, la distancia que esperan obtener en las internas y las críticas que han surgido de diversos sectores del partido, han puesto en jaque la tan ansiada unidad.
La figura de Álvaro Delgado, considerado uno de los favoritos, ha sido objeto de elogios y críticas por igual. Sus seguidores lo ven como el candidato capaz de mantener al Partido Nacional en la cima, pero otros cuestionan su capacidad para aglutinar todas las facciones del partido. La necesidad de seguir siendo los más votados en las internas es un objetivo claro, pero las disputas internas amenazan con socavar ese esfuerzo.
Las críticas no se limitan solo a Delgado. La fórmula presidencial en su conjunto ha sido blanco de cuestionamientos por parte de líderes históricos y jóvenes promesas del partido. La falta de consenso y la percepción de imposición de ciertos candidatos han generado un malestar creciente. Los murmullos de disidencia se han vuelto cada vez más audibles, transformando la atmósfera de unidad en un campo de batalla ideológico.
«Estamos seguros de ganar la interna, pero la verdadera batalla será mantenernos unidos después», comentó un dirigente bajo condición de anonimato. Sus palabras reflejan una realidad que muchos dentro del partido prefieren ignorar: las internas blancas no solo decidirán un candidato, sino también la cohesión futura del Partido Nacional.
Las preocupaciones no son infundadas. El recuerdo de divisiones pasadas y las consecuencias negativas que estas han tenido en las elecciones nacionales está fresco en la memoria de muchos. La paz interna y la estabilidad, tan enarboladas como banderas de campaña, parecen estar en peligro frente a las crecientes críticas y la falta de acuerdo sobre la fórmula presidencial.
El temor a un quiebre interno se suma a la presión externa. Los otros partidos políticos observan atentamente la evolución de la situación, esperando capitalizar cualquier debilidad. En un escenario electoral tan competitivo, la unidad del Partido Nacional se vuelve crucial no solo para ganar las internas, sino también para enfrentar las elecciones nacionales con una posición de fortaleza.
Los próximos días serán decisivos. La capacidad de los dirigentes blancos para gestionar las críticas internas y alcanzar un consenso será determinante para el futuro del partido. La imagen de estabilidad y paz interna que han intentado proyectar debe convertirse en una realidad tangible, o el riesgo de fragmentación se volverá inevitable.
Mientras tanto, el frío de Pocitos parece ser un reflejo de la frialdad con la que algunos sectores del partido se miran entre sí. La olla de grillos en la que se ha convertido el Partido Nacional necesita una urgente intervención que apague el fuego de la discordia y devuelva la armonía necesaria para enfrentar los desafíos electorales que se avecinan.
Fuente : Crónicas del Este