«Iba manejando serio, derecho, no podemos decir que le vino algo. No abrió la boca ni para responder los insultos de la gente que le pedía que abriera las puertas», dijo Ana.

«Sentí que íbamos en un avión. Nunca me subí a un avión, pero imagino que esa es la sensación, de ver tan rápido pasar todo». Ana tiene 48 años y se dirigía a su trabajo en un hotel de Montevideo el pasado sábado de mañana cuando se vio envuelta en un accidente de tránsito en la rambla de Montevideo.

Un ómnibus de la línea 121 de Cutcsa, «con una aceleración tremenda», siguió de largo por Avenida Brasil, se estrelló con el muro de la rambla a la altura de Pocitos y terminó en plena playa, dejando varios heridos. Siete personas, incluido el chofer, continúan internados.

Ana habló con Telemundo este lunes. Ya recibió el alta médica y está en su casa, pero sigue sufriendo el dolor de los hematomas en la cabeza y un golpe en el tímpano que le impide dormir «más que un rato».

El sábado a las 7:00 en Piedras y Zabala (Ciudad Vieja) se tomó la misma línea que utiliza hace 14 años para ir a trabajar. Desde el primer momento percibió problemas con el conductor, a quien identificó como un «conocido maleducado», que siempre «se porta mal con los pasajeros».

«Me paró en la esquina y tuve que correr. Saludé y saqué el boleto, pero ni me miró, tenía aspecto de odio. Frenaba donde quería, no en las paradas. A la altura del Obelisco frenó mucho más adelante del semáforo en rojo. Nos mirábamos con los pasajeros y decíamos ‘qué loco que está este'», narró.

Pero el momento de incomodidad escaló a uno de preocupación cuando iba por Bulevar Artigas y tomó Avenida Brasil: «Casi volcamos al doblar, pero se incorporó».

Ya en Avenida Brasil, «aceleró mucho». «Ahí les digo a los que estaban atrás mío, ‘si llegamos al trabajo, de pedo nos vamos a salvar’. Fue un comentario que me vino porque algo estaba mal», prosiguió.

El conductor siguió acelerando y los pasajeros «comenzaron a desesperarse y gritar». «Abrí la puerta», «frena», «nos vas a matar a todos», le decían los alrededor de 15 pasajeros. «Veíamos que nos matábamos, no había dónde chocar para parar el ómnibus. Vi la muerte unas cuantas cuadras, es un tiempo largo saber que te vas a morir», añadió.

Para Ana, el conductor no tuvo un percance médico: «Iba manejando serio, derecho, no podemos decir que le vino algo. No abrió la boca ni para responder los insultos de la gente que le pedía que abriera las puertas».

En determinado momento, cerca del cruce con la calle Libertad, un pasajero se cayó arriba de Ana y ella se golpeó la cabeza y quedó inconsciente. No percibió el momento en que, cuadras después, el ómnibus siguió de largo en la rambla y terminó instalado en la arena. «No sé cómo llegué a la playa», resumió.

Al despertarse, había personal de Bomberos, de la Policía y personas que se habían acercado a ayudar a sacarla del lugar donde había quedado atrapada, entre el asiento y el «murito» que separa la zona para que se ubiquen las personas en sillas de ruedas.

«Cuando desperté me preguntaban quién era, qué había pasado. Y yo no sabía. No sabía ni a donde iba, ni mi celular. Perdí la conciencia. Me sacaron, me pusieron un collarín y en la arena. Me trasladaron a la Médica Uruguaya y me hicieron una tomografía», contó.

«No fue el día de morirse. Había gente en la calle, en la rambla, en todo el trayecto. No era el día para morirnos», cerró.

Fuente : Causa Abierta

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