MONTEVIDEO (Uypress/Esteban Valenti) – Todos los días nos despertamos con un escándalo nuevo y más barroso del gobierno y del Partido Nacional. Ahora el Presidente del «Honorable» Directorio del Partido Nacional, Pablo Iturralde tuvo que renunciar por una serie de post con el ex senador Gustavo Penadés, encarcelado y acusado de 22 delitos diferentes, sobre todo violación de menores y utilizar estructuras del Estado para tratar de influenciar en la Justicia.

Ahora nada menos que la máxima autoridad del Partido Nacional hizo gestiones para que la causa contra Penadés cayera en manos de la fiscal Alicia Ghione, «una amiga» y correligionaria que en 1997 integró una lista blanca.

Los chats entre Iturralde y Penadés hablan de que «Ghione es amiga», Juan Gómez «es un gran cagón» y Alfaro «es una gran HDP».

Este mismo personaje fue el encargado de salir a contestarme públicamente y amenazarme cuando dije con todas las letras, que el que se había favorecido con las acusaciones y provocaciones de la militante blanca Romina Papasso, era el actual candidato y ex secretario general de la Presidencia Álvaro Delgado. En esa ocasión, el presidente Luis Lacalle Pou fue más adelante, dijo que la mugre mentirosa contra Yamandú Orsi era tan repudiable como afirmar que detrás de esa provocación había intereses políticos.

Una afirmación muy grave, solo se puede hacer si tiene pruebas de que se trataba de una acción personal entre dos prostitutas trans, una de ellas militante blanca o cuando se tiene terror que surja toda la verdad. La clave era que el choque con esa infamia lo soportaran solo Romina Papasso y Paula Díaz.

Ahora se demuestra que cuando le hicieron las denuncias contra Penadés, el que lo aconsejó fue nada menos que Roberto Lafluff, principal asesor en comunicación de la Presidencia de la República, dado de baja cuando por órdenes superiores destruyó documentación en el Ministerio de Relaciones Exteriores que debían ser entregadas a la Justicia por el caso del pasaporte del narcotraficante Sebastían Marset.

Quedó desempleado poco tiempo porque en la actualidad es el principal responsable de la campaña de comunicación de Álvaro Delgado. Es notorio que este siniestro personaje aconsejó al Presidente ante cada uno de los diversos escándalos: Astesiano, Marset, pescado regalado desde Dubai y naturalmente la entrega por 60 años del puerto de Montevideo a los belgas. Y quién sabe cuántas otras cosas que irán apareciendo, porque la cantera es inagotable.

Pablo Iturralde renunció, varios ministros y subsecretarios, jefes de policía, directores de cárceles cayeron en la avalancha del gobierno más corrupto de la historia nacional.

Delgado declaró que la renuncia de Iturralde era «correcta», «prudente» y «valiente». No dice una palabra del fondo de la situación, de los post tratando de influir en la fiscalía. ¿Este puede ser el presidente de la República?

Lo grave no es solo que quieren utilizar y manosear la fiscalía, la Justicia, todo lo que se les ponga a mano, sino que han logrado que sus socios multicolores les perdonen todo, es decir son parte del bochorno, aunque se hagan los distraídos.

Y lo peor de todo es que han convencido a una parte de la sociedad uruguaya que la mugre, la corrupción, el acomodo en el Estado y en varias intendencias, la inmoralidad de algunos de sus integrantes es «normal», es parte «natural» de la política. Le están haciendo un daño muy grave al país y a sus instituciones.

La oposición, me incluyo, debemos formularnos una pregunta muy dura: ¿Hicimos, estamos haciendo todo lo posible a nivel político para denunciar esta ola de barro y corrupción? ¿O aceptamos la trampa que no quieren tender de que todo hay que llevarlo a la Justicia y esperar que ella decida?

Si cualquiera de estos escándalos hubiera sucedido durante un gobierno del Frente Amplio hay que reconocer que los blancos en particular, hubieran incendiado las praderas, promovido todas las acciones políticas, acusando de cosas terribles al gobierno y a la izquierda.

¿Hay alguna norma democrática, alguna razón política válida que nos imponga silencio o susurros contra esta lista interminable de corrupción? ¿No nos hacemos responsables de que esta putrefacción se extienda en la sociedad?

¿Alguien puede creer con algo de seriedad que se puede dar de frente y con éxito la batalla contra la delincuencia, en especial la delincuencia organizada si se convive con estas inmoralidades y se transmite de forma permanente la imagen de que todo está permitido en la política?

La democracia no es solo respetar los contratos, es atenerse a la Constitución y las leyes, pero también desarrollar, fortalecer la ciudadanía, la base de la democracia. Y este gobierno es el ejemplo más decadente de la inmoralidad.

Una inmoralidad que permea y pudre a una parte de la sociedad.

UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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