Todos quieren ser Neymar
Esta viéndose en los medios de comunicación una noticia que ha ocupado informativos centrales de la televisión. Se anuncia una faraónica fiesta de Neymar Jr., la estrella del fútbol que transcurrirá a bordo de un crucero con cientos (o miles) de invitados. No es la primera vez que el astro brasileño del fútbol tiene explosiones sociales de delirio. Ya se dio un caso durante la pandemia, donde convocó a decenas de personas a una celebración, cuando el mundo trataba de no juntarse ni en familia para no favorecer los contagios del Covid 19. Creo que fue una Navidad o un Carnaval, poco importa la efemérides, lo que golpeó fue la irresponsabilidad del astro ante la hecatombe que causaba la enfermedad. No trato aquí de demostrar que Neymar es insensible, irrespetuoso, o un rico ignorante. Sólo procuro presentarlo a él, o a su equipo publicitario como símbolos sociales decadentes. Posiblemente la mega fiesta en el crucero que recorrerá los mares con Neymar como convocante, sea un ardid publicitario de la compañía de navegación para mega publicitar su marca. El caso es que eligieron (o eligió él) que sea la figura rimbombante de una forma de vivir que golpea la cara de más de medio mundo que muere de hambre, mientras los navegantes del crucero nadarán en champán.
El pobre Neymar es imagen de un tipo de mundo despreciable, quizás manipulada, pero imagen al fin.
Posiblemente las lectoras y lectores, se mofen de estas líneas y hasta puedan tildarlas como expresión de envidia de quienes no podemos ni podremos darnos esos mundanos placeres. No lo crean, sólo pretendo, quizás con escaso éxito, que pensemos qué poco pueden valer los seres humanos si mueren de hambre o de sed en Abisinia, Etiopía o en tantos lugares donde con una hora de navegación de ese crucero podrían comprarse alimentos para cientos.
Ya sé que el dinero de Neymar o el de los snobs que pagan viajes espaciales para disfrutar un despegue más allá de la atmósfera, puede pensarse que es de su propiedad, y que no son responsables del hambre de otras personas. Quizás pueda ser cierto, pero por inequidades como esas el mundo está como está: cada vez menos mundo y cada vez más infierno.
No es culpa de Neymar, que haya millones de personas que quieran imitarlo, no en sus endiabladas gambetas, sino en el derroche de fortunas en placeres. El apetito de un mundo por disfrutar, cierra las entendederas de quienes no ven más allá de sus propios intereses.
Las campañas de beneficencia que realizan organizaciones internacionales o locales, no serían necesarias si la mayoría de las personas hicieran esfuerzos para lograr equilibrios económicos, sociales, saludables, territoriales.
Todos quieren ser Neymar, aunque el vecino de al lado no llegue a fin de mes y su familia deba a veces revolver contenedores en busca de comida y ropas. Estoy tristemente convencido de que a la mayoría no le importa nada si los demás están mal, solos, enfermos, desocupados o perseguidos. Todos quieren ser Neymar y pasarlo lo mejor posible. Es razonable, pero el individuo y la sociedad deben tener límites; por lo menos tener claro que su derecho termina cuando empieza el de los demás. No siempre el placer propio es suficiente. En general cuanto más pareja es la ventura, más disfrutable es el presente y más promisorio el futuro.
Si quiere ríase de estas reflexiones, pero recuerde que la tierra da vueltas alrededor del Sol, y que en una de esas vueltas puede fallar la gravedad, y su realidad puede ser llevada por una tormenta de infortunio. Mientras las cosas van bien, es bueno no jugar a lo Neymar social y procurar mantener equilibrio. Hoy por ti, mañana por mí, podemos sostenernos. Ninguno pasará peor que estando solo. Aunque no colaboremos con el Cuerno de Africa ni con los huérfanos del Yemen, con ser solidarios con el pensamiento y con la acción en la comunidad , estaremos sembrando esperanza.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias