Sergio Secinaro
En Uruguay, la palabra subsidio es una tomadura de pelo. Lejos de significar lo que entiende el común de la gente –una ayuda temporal para quienes nada tienen y quedaron a la intemperie del mercado laboral–, ha sido convertida en un beneficio reservado para las élites políticas, especialmente para aquellos que ya gozan de privilegios, poder y patrimonio. En este país donde la derecha machaca a los pobres por recibir «ayudas sociales», el expresidente Luis Lacalle Pou se acoge sin pudor a un generoso subsidio estatal que le asegura vivir con holgura mientras disfruta de una vida de lujos.
Según la Real Academia Española, un subsidio es “un dinero que durante un tiempo determinado se concede como ayuda de carácter oficial a una persona, una entidad o una actividad. Al cumplir un año trabajado, se tiene derecho al subsidio de desempleo”. En cualquier país con un mínimo de sentido común y justicia social, este tipo de apoyo económico está pensado para quienes han quedado sin empleo y no tienen de qué vivir. Pero en Uruguay no. Aquí, el subsidio no se destina al obrero que fue despedido, a la madre soltera que apenas llega a fin de mes, ni al anciano que sobrevive con una jubilación mínima. No. Aquí se destina a millonarios. A políticos que viven en la opulencia. A hombres como Luis Lacalle Pou.
UN PRESIDENTE MILLONARIO QUE COBRA COMO UN DESOCUPADO
Luis Lacalle Pou dejó de ser presidente de la República el 1º de marzo de 2025. Pudo haber ocupado la banca en el Senado que ganó por cuatro listas distintas. Pero no. Renunció. ¿Su excusa? Que se iba a dedicar a “muchas cosas”, entre ellas a “estar con la gente”, porque eso es “lo que me gusta, lo que me mueve. Es mi vocación”, dijo. Palabras vagas, ambiguas, difíciles de contrastar con la realidad, como suele ser todo lo que proviene de este personaje mediático y blindado.
La verdad es que, lejos de estar “con la gente”, se lo ha visto paseando por el barrio de Carrasco en una patineta eléctrica, una escena tan ridícula como cuidadosamente montada para las cámaras que, casualmente, siempre están ahí. Como también lo estuvieron cuando veraneaba en sus costosa moto Harley Davidson o cuando se lo vio disfrutando del verano en las playas de Rocha mientras surfeaba. Porque claro, durante su presidencia, Lacalle Pou vivió los mejores cinco años de su vida. Y no solo por las giras y los aplausos, sino porque logró un crecimiento patrimonial formidable. Se compró e medio de un divorcio su flamante mansión de Carrasco valuada en más de 650 mil dólares.
Según su última declaración jurada, posee una camioneta Toyota modelo 2020. Pero quienes lo siguen en redes o se lo cruzan en la calle, saben que se mueve en una versión más nueva. Como si la transparencia fuera solo un concepto decorativo.
LA INFORMACIÓN OFICIAL QUE REVELA LA VERDAD
Gracias a un pedido de informes realizado por Crónicas del Este al amparo de la Ley de Acceso a la Información Pública N° 18.381, pudimos confirmar lo que se sospechaba: Lacalle Pou se acogió al subsidio por cese en cargos electivos, políticos y de particular confianza. Específicamente, al amparo del artículo 67 de la Ley N° 18.719.
Lacalle Pou cobrará subsidio por un año tras dejar la Presidencia
Gracias a un pedido de acceso a la información pública realizado por Crónicas del Este en el marco de la Ley N° 18.381, se confirmó lo que era hasta ahora una sospecha: el presidente Luis Lacalle Pou se acogerá al subsidio por cese previsto para cargos electivos, políticos y de particular confianza. Lo hará amparado en el artículo 67 de la Ley N° 18.719.
Según la respuesta oficial proporcionada por Presidencia de la República, estos son los datos concretos:
• Fecha de inicio del subsidio: 1° de marzo de 2025
• Monto nominal mensual: $908.144 uruguayos (aproximadamente USD 23.300)
• Monto líquido mensual: $569.243 uruguayos (aproximadamente USD 14.600)
• Duración del subsidio: 12 meses
• Porcentaje del sueldo presidencial recibido como subsidio: 85%
• Organismo pagador: Presidencia de la República
En total, el subsidio implicará un desembolso de los contribuyentes estimado de más de USD 175.000 en el año que Lacalle Pou permanecerá cobrando sin ejercer ningún cargo.
Sí, usted leyó bien. El expresidente cobrará por un año completo más de medio millón de pesos mensuales, del bolsillo del Estado. De nuestros bolsillos. Todo esto en nombre de un supuesto proceso de “reinserción” a la vida civil. Como si fuera un obrero recién despedido, o un trabajador informal que debe buscar cómo subsistir. ¿Reinserción a qué? ¿A qué debe adaptarse alguien que nunca dejó de vivir del estado?
¿A quiénes se subsidia en Uruguay?
Lo más irritante no es solo que se otorgue este tipo de subsidio a un expresidente millonario. Lo más hiriente es la doble vara. Mientras se castiga y estigmatiza a los pobres por recibir una canasta, una tarjeta de alimentación o un subsidio de desempleo –de apenas unos miles de pesos–, se oculta, se naturaliza y hasta se celebra que los políticos de alto rango cobren cifras astronómicas por no hacer absolutamente nada.
La derecha mediática y política repite como mantra que quienes reciben ayuda estatal son «vagos», «planeros», «zánganos». Y muchos ciudadanos, de clase trabajadora o incluso en la pobreza, se suman al coro sin pensar. “A mí nadie me regaló nada”, dicen, repitiendo como loros un discurso de meritocracia que solo beneficia a quienes ya nacieron con privilegios. No tienen conciencia de clase. No comprenden que aquellos a quienes admiran viven como ricos, mientras ellos sobreviven como pobres.
Tal vez sería bueno que esos mismos que se escandalizan porque el Estado ayuda a una madre sola o a un jubilado sin recursos, se pregunten de qué está viviendo, en forma tan distendida y relajada, Luis Lacalle Pou. Y que se pregunten también cómo se financia esa distensión. Porque aquí no hay casualidades. Aquí hay una estructura pensada para sostener los privilegios de clase. Los de arriba no solo mandan, también se jubilan en la abundancia. Mientras tanto, los de abajo compiten por las migas y se acusan entre ellos.
La gran estafa de los subsidios dorados
Lo que sucede con Lacalle Pou no es una excepción. Es la regla. Y es un síntoma de un sistema que protege a los suyos mientras margina a los demás. No es solo Lacalle quien cobra un subsidio de lujo. El exintendente de Artigas, Pablo Caram, también se acogió a este beneficio. Acusado en la Justicia por su nefasto pasaje por la Intendencia de Artigas. Pero no importa. Políticos y asesores de confianza, cada vez que dejan un cargo, pueden acceder a este “subsidio por cese”, que puede extenderse hasta tres años y representar el 85% del sueldo original.
No se trata de un problema legal. Se trata de un problema ético, moral y político. Se trata de una obscenidad institucionalizada. Mientras los gobiernos hablan de “ajustarse el cinturón”, mientras nos dicen que “no hay plata” para mejorar las jubilaciones o fortalecer la salud pública, hay miles de dólares destinados cada mes para que políticos como Lacalle Pou vivan del Estado sin mover un dedo.
No se trata de envidia. Se trata de justicia. Porque en una sociedad verdaderamente democrática, las ayudas deben ir hacia los que más las necesitan. Y nadie puede decir, con honestidad, que Luis Lacalle Pou necesita un subsidio.
¿Y DESPUÉS QUÉ?
Lacalle Pou no solo cobra un subsidio sin merecerlo, sino que probablemente se lance de nuevo a la arena política en el futuro. Este período sabático, financiado por todos nosotros, será su descanso antes de volver como «outsider», con la frescura de quien dice «estuve con la gente» mientras cobraba medio millón de pesos al mes. Una estrategia comunicacional tan cínica como efectiva.
Pero lo verdaderamente preocupante es que todo esto ocurre con una población dormida, resignada o engañada. Mientras el discurso del odio al pobre gana espacio, mientras se castiga al que recibe un vale de comida o una tarjeta del MIDES, se oculta que los poderosos también viven del Estado. Con la diferencia de que lo hacen en silencio, con leyes a medida y con periodistas cortesanos que aplauden su paso por la rambla.
El subsidio que cobra “Luis” no es solo una cifra escandalosa. Es una radiografía de nuestro sistema político. Una que muestra un país donde los ricos se subvencionan entre ellos, mientras convencen al pueblo de que ayudar al pobre es un pecado.
Desde Crónicas del Este decimos: basta de subsidios para los poderosos. Que los millonarios se paguen su descanso. Que los expresidentes vivan de su trabajo, como hacen miles de uruguayos cada día. Y que el Estado deje de ser el colchón de plumas para los que ya duermen en camas de oro.
Postdata: Mientras usted lee esto, Pablo Caram, otro político de la coalición, también está cobrando su subsidio. Porque en este país, si tiene amigos en el poder, el Estado siempre paga. Aunque usted no llegue a fin de mes.